1. Martín y Antonio regresan con ganas de más


    Fecha: 14/10/2025, Categorías: Hetero Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... naturalidad brutal, las había golpeado de lleno, pero la orden de los camioneros seguía grabada a fuego en sus mentes, obligándolas a reanudar su tarea a pesar del profundo escándalo.
    
    Antonio dio una calada larga, soltando el humo despacio, y miró a Martín con una sonrisa picarona.
    
    —Hombre, Martín… ¿Tú crees que un abuelo de puta madre le negaría a su nieta un buen juguete? Hay que ser generoso en esta vida, que luego uno se arrepiente.
    
    Martín soltó una carcajada estruendosa, golpeando el colchón con la palma de la mano.
    
    —¡Cabrón! ¡Eres un puto cabrón, Antoñito! —se pasó la mano por su cabeza rapada y se relamió—. Pero venga, suéltate, que te conozco. ¿Qué le hiciste a la criatura, eh? ¿Cómo se portó con el abuelo?
    
    Antonio soltó un bufido divertido, meneando la cabeza.
    
    —No te lo voy a contar todo, hijo puta, que luego te la cascas pensando en mi familia —rió con esa voz ronca de motor diésel—. Sólo te diré que aquella tarde merendó batido de plátano. Y no preguntes por qué se lo bebió relamiéndose los labios.
    
    Le estuviera tomando el pelo o no, Martín se dobló de la risa, rojo como un pimiento morrón.
    
    —¿Sería por la leche? Hostia puta, Antonio… ¡Estás enfermo! ¡Batido de plátano, dice el notas! —se secaba las lágrimas de las carcajadas—. Qué puto salido estás hecho, joder.
    
    Las dos mujeres, con la garganta tensa, tragaron saliva además de polla, el sabor a líquido preseminal y sudor mezclándose con el de la vergüenza y el tremendo pavor que les ...
    ... provocaba la impunidad de la conversación. El sonido de la risa de los hombres retumbó en la habitación, mientras ellas seguían con su tarea, los ojos cerrados y deseando que aquel par de brutos terminaran cuanto antes mejor.
    
    Antonio clavó entonces la mirada en su feladora personal, medio en vilo sobre el colchón, con los huevos colgando y los dedos bien metidos en su melena, guiándola como quien revuelve una olla.
    
    —Más rápido, puta —gruñó, apretándole la nuca con una mano como si fuera un balón de fútbol—. ¡Vamos, joder! Que quiero oír cómo te atragantas, que esto no es un helado del McDonald’s. ¡Esto es rabo de camionero, cojones!
    
    Dio un empujón de cadera y la empaló hasta la campanilla, como quien mete el embutido en la tripa sin preguntar. Laura se atragantó, le saltaron los lagrimones como si pelara cebollas, pero ni se apartó ni se quejó. Al contrario, apretó bien los morros, gimió con la boca llena, y tragó saliva y dignidad como si fuera gazpacho en agosto, mientras Antonio soltaba un gruñido profundo, ese que sólo saca un hombre cuando descarga el orinal después de toda la noche.
    
    —¡Así me gusta, coño! —bufó Antonio, agarrándole la melena como si fueran las riendas de una yegua brava—. Traga, que esto no es sopa de sobre. ¡Venga, que te la estás ganando, tragaldabas!
    
    El gutural gorgoteo de dos bocas llenas de rabo se mezcló con los gemidos de las mujeres, los bufidos de los hombres y ese sonido inconfundible del vicio cuando se pone cañí. Marta se deslomaba ...
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