Nicky: no toques a mi hija 12 - Relatos Eróticos

Nicky: no toques a mi hija 12

... terminar de una vez por todas.

Sí, eso era lo que pensaba mientras me secaba el cuerpo con una de las toallas del motel, antes de salir del baño dispuesto a dormir plácidamente, viendo cómo ese plan se venía abajo cuando tuve la desgracias de encontrarme con la imagen de mi hija fuera de las cobijas, usando solamente unos shorts muy cortos y una de esas malditas camisetas suaves y delgadas en las que sus pezones se marcaban con presunción, como si me desafiaran a tocarlos, como si me invitaran a hacerlo, obligándome a recorrer los senos de mi hija con la mirada, a desearla, a imaginar cómo sería penetrarla en ese momento, cómo se sentirían sus senos al ser apretados por mis manos, al ser besados por mis labios mientras los lamía con mi lengua.

La rabia que sentí en aquel momento fue de cero a cien en tan solo unos segundos ¿Acaso esa estúpida no sabía que dormiría en la misma cama que su padre? ¿Acaso lo estaba haciendo para provocarme? ¿Era esa su forma de castigarme por haberla arrancado de la granja que tanto amaba, sin decirle a dónde demonios nos dirigíamos?

Estaba furioso por verla de esa manera, por sentir cómo el pene se me hinchaba mientras la observaba, por haberme obligado a imaginarla desnuda, a preguntarme ¿Cómo se sentiría estar dentro de ella? ¿Cómo se escucharían sus gemidos? ¿Cuál sería el sabor de su vagina?

Lancé la tolla al suelo con todas mis fuerzas, enloquecido por lo que estaba sintiendo, por el hecho de que me hubiera provocado de la ...

... forma como lo hizo, sintiendo la necesidad de vestirme a toda prisa para abandonar ese motel e ir de cacería, sintiendo la necesidad de castigar a una mujer, a pesar de saber el riesgo que aquello suponía, de entender que tendría que hacerlo caminando pues no podía sacar la camioneta del motel, de intuir que mis impulsos no encontrarían una pronta satisfacción, pues nos encontrábamos en un motel de carretera, uno que se encontraba en medio de la nada, salvo por una gasolinera que vi en el camino y que estaba a un kilómetro de distancia del motel, algo que resultaba frustrante pues a pesar de que estuviera cerca, nada me aseguraría que hubiera ahí una mujer como la que yo estaba buscando, como la que necesitaba encontrar para poder reducir a cero los impulsos que me atormentaron desde que vi a mi hija en la cama con tan poca ropa, como si no supiera que compartiría la cama con su padre durante aquella noche.

MARLENE

- ¿Para esto me pediste que me saliera de la casa de mi mamá? ¿Para vivir de motel en motel y vender chatarra todos los días en un maldito mercado de pulgas? - grité, furiosa, fastidiada de llevar más de una semana en ese asqueroso lugar que solo abandonábamos por las mañanas para pasar el día recolectando las porquerías que Mauro encontraba en el camino y luego ir a venderlas al mercado de cosas usadas - ¡Me dijiste que tenías un plan! ¡Me dijiste que estaríamos bien! ¿A esto le llamas estar bien? ¿A recoger basura para venderla a gente mucho más jodida que ...