Malas elecciones … - Relatos Eróticos

Malas elecciones …

... justifica ni el mejor sexo del puto mundo.

- es lo mejor, si la familia de mi mujer se entera, nos despiden de la compañía.

vimos los chats desde la table de Pablo

Después de enviarlo mamá nos miró. Tal vez pensó que estábamos hablando de cualquier otra cosa, pero yo vi en su cara un instante de miedo.

Fue entonces cuando Darío, con un tono perfectamente normal, se levantó para servir más vino y preguntó:

—Cristina, ¿ya tienes listo todo para tu viaje?

Yo vi cómo el comentario la atravesó. Ella parpadeó un par de veces antes de responder:

—Sí… sí, ya está todo.

Él asintió y siguió sirviendo como si hubiera preguntado por un viaje de trabajo cualquiera. Mi padre le sonrió y eso la calmó.

La tarde se estira

Después de comer, los invitados se fueron quedando poco a poco. La música bajó de volumen, el sol comenzó a caer, y en el jardín solo quedábamos nosotros cuatro.

Mamá recogía los platos mientras mi padre limpiaba la parrilla. Pablo y yo nos quedamos en el porche, fingiendo que revisábamos el teléfono.

Fue ahí cuando noté algo: cada vez que mi madre pasaba cerca de mi padre, le dirigía una sonrisa cordial, casi amistosa, incluso lo abrazó por detrás susurrándole un te amo al oído. Era como si estuviera intentando reparar el daño: nos mirábamos disimuladamente, queríamos explotar, pero no íbamos a darle drama.

El miedo y la determinación

Esa noche, después de que todos se retiraron, la casa estaba en silencio. Yo estaba en mi ...

... habitación, la puerta entreabierta, cuando escuché a mis padres hablando en la cocina.

—¿Quieres que te lleve mañana al aeropuerto o pides un taxi? —preguntó él con una calma imposible.

—Si puedes llevarme tú, sería mejor… —respondió ella. Su voz tenía un matiz que no le conocía: no era culpa, pero tampoco seguridad.

—Claro —dijo él, como si estuvieran hablando de un viaje a visitar a una amiga.

Ese fue el momento en que supe que ella seguiría con el plan. La calma de mi padre, en lugar de frenarla, parecía darle permiso.

Esa noche al llegar a la cama ella lo buscó, pero él le dijo que estaba muy cansado.

El lunes – Camino al aeropuerto

La mañana estaba despejada, fría pero luminosa. Yo bajé temprano para verlos. Mi madre llevaba una maleta pequeña, ropa cómoda y gafas oscuras.

—Cuídate, ¿vale? —le dijo mi padre al cargar la maleta en el maletero.

Ella sonrió, pero no fue una sonrisa plena.

—Sí, claro.

Pablo y yo nos quedamos en la puerta. Ella nos besó en la mejilla, y sentí que me temblaba la mano. Yo no respondí con un beso, solo un “que te vaya bien”.

Mi padre arrancó el coche y se fueron. Desde la ventana, vi cómo el vehículo desaparecía calle abajo.

En el aeropuerto

Según supe después —porque mi padre me lo contó meses más tarde—, el trayecto hasta Barajas fue casi en silencio. Él habló un par de veces sobre tráfico, sobre lo temprano que habían salido. Ella contestaba con frases cortas.

Cuando llegaron, él aparcó en la zona de ...