-
Urgencias domésticas: setenta y húmeda
Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos
... de su placer mezclado con mi saliva. Era un gesto íntimo, casi primitivo, que selló nuestro primer encuentro de una manera que ninguna palabra podría haber logrado. Él respondió al beso con una intensidad que me sorprendió, considerando lo que acababa de experimentar. Sus labios se movían contra los míos con una hambre renovada, como si mi gesto hubiera encendido un fuego completamente nuevo en su interior. Sus manos, que habían estado temblando por el éxtasis, ahora se movían con determinación por mi cuerpo. Y entonces, con una audacia que me hizo gemir contra sus labios, deslizó una de sus manos grandes entre mis muslos. Sus dedos encontraron la humedad que había estado acumulándose durante todo nuestro encuentro, esa evidencia líquida de cuánto me había excitado darle placer. —Dios mío, Ida —murmuró contra mi boca, sus dedos explorando mi sexo empapado con una reverencia que me hizo temblar—. Estás tan mojada... tan caliente... Sus caricias eran torpes pero entusiastas, los dedos de un hombre joven que estaba descubriendo los secretos de mi cuerpo maduro con una fascinación que me resultaba embriagadora. Cada roce, cada exploración tentativa, enviaba ondas de placer por toda mi columna vertebral. Lo que siguió fue una explosión de sensaciones que habían estado dormidas durante años. Sus manos grandes y callosas explorando mi cuerpo con una reverencia que me quitó el aliento. Su boca siguiendo el camino marcado por sus dedos, despertando cada nervio, cada ...
... célula, cada centímetro de piel que había olvidado que podía sentir placer. —Ahora es mi turno —anunció con una sonrisa traviesa. —¿Tu turno de qué? —pregunté, fingiendo inocencia. —De devolverte el favor —murmuró, y antes de que pudiera reaccionar, me levantó del suelo como si no pesara nada. —¡Tomeu! —chillé, sorprendida por su fuerza—. ¡Soy una mujer de setenta años, no una pluma! —Para mí eres perfecta —respondió, depositándome con cuidado sobre el sofá—. Y ligera como una pluma. Me tumbó sobre los cojines con una delicadeza que contrastaba con la determinación en sus ojos. Luego, despacio, me acarició con ambas manos y me volví loca de deseo porque no había parte de mí que se le pasara por alto. Me retorcí bajo sus atenciones, con la piel sensible y el cuerpo en ascuas. Podía sentir cómo su miembro se endurecía otra vez contra mi muslo mientras me acariciaba, recuperando rápidamente la erección con esa facilidad envidiable de la juventud. —Por favor —jadeé, arqueando las caderas hacia él—. Necesito que me penetres. Llevo horas fantaseando con esto. —Mmm —murmuró con una sonrisa traviesa, deslizando sus dedos peligrosamente cerca de mi sexo pero sin darme lo que realmente quería—. Primero quiero probarte. Quiero saber a qué sabes. —Aunque no sea hoy, habrá tiempo para todo —le dije, alcanzando torpemente los cojines donde había escondido mis provisiones—. Pero ahora mismo, si no me follas, voy a morirme de deseo. Saqué el lubricante y la caja ...