1. Urgencias domésticas: setenta y húmeda


    Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    ... escote quedaba perfectamente enmarcado en su línea de visión.
    
    —¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? —pregunté.
    
    —Desde los dieciocho. Ocho años ya. Es trabajo duro, pero me gusta trabajar con las manos.
    
    «Las manos». Miré esas manos grandes y fuertes, imaginando lo que podrían hacer además de arreglar tuberías. Tenía dedos largos, callosos en los lugares correctos, y una manera de moverlos que sugería habilidad y experiencia.
    
    —Se nota —dije—. Tienes... buenas manos.
    
    Tomeu siguió mi mirada y se sonrojó otra vez. Era adorable cómo mi atención lo descolocaba.
    
    —¿Vives solo? —pregunté, pasando a un terreno más personal.
    
    —Sí, desde hace poco. Tengo un apartamento pequeño cerca del centro —respondió, tomando otro trago de cerveza.
    
    —Qué bien. La independencia es maravillosa —dije, sonriendo—. Poder hacer lo que te apetezca, cuando te apetezca... sin tener que dar explicaciones a nadie.
    
    —Exacto —asintió—. Aunque a veces puede ser... solitario.
    
    —¿Solitario? —arqueé una ceja—. Un chico guapo como tú... seguro que no te faltan... visitas.
    
    Se sonrojó ligeramente, y ese rubor me pareció adorable.
    
    —No es tan fácil —murmuró—. Las mujeres de mi edad siempre quieren algo serio. Planes, futuro...
    
    —Qué aburrido —suspiré teatralmente—. ¿Y has pensado alguna vez en... ampliar tus horizontes? Conocer mujeres que sepan exactamente lo que quieren y no tengan miedo de pedirlo?
    
    —¿A qué te refieres? —preguntó, aunque por su expresión sospechaba que lo sabía ...
    ... perfectamente.
    
    —A mujeres con experiencia, cariño. Que no se compliquen la vida con tonterías románticas.
    
    —Yo... —comenzó, pero se detuvo, como si acabara de darse cuenta de la dirección que estaba tomando la conversación.
    
    —¿Sí?
    
    —Debería volver al trabajo —murmuró, levantándose bruscamente.
    
    Pero antes de que pudiera alejarse, puse mi mano en su brazo. El contacto fue como tocar un cable eléctrico.
    
    —Tomeu —dije suavemente—. No hay prisa. El calentador ha estado roto durante días. Unos minutos más no harán diferencia.
    
    Su piel estaba caliente bajo mi palma, y pude sentir cómo se tensaba su músculo bajo mi toque.
    
    —Ida... —su voz sonó ronca—. No creo que sea buena idea.
    
    —¿Qué no es buena idea? —pregunté con inocencia fingida—. ¿Conversar? ¿Conocernos mejor?
    
    —Tú sabes a qué me refiero.
    
    «Por supuesto que lo sé, cariño. Y es exactamente lo que quiero».
    
    —No sé de qué hablas —mentí descaradamente—. Solo soy una mujer mayor siendo amable con un trabajador joven. ¿Hay algo malo en eso?
    
    Sus ojos se movieron entre mi rostro y mi mano, que seguía en su brazo, y luego bajaron involuntariamente a mi escote antes de volver a subir rápidamente.
    
    —No —murmuró—. No hay nada malo.
    
    —Bien —sonreí, pero no quité la mano—. Porque me gusta conocer a las personas. Y tú... tú me pareces muy interesante.
    
    El aire entre nosotros se espesó hasta volverse casi sólido. Podía ver el conflicto en sus ojos, la batalla entre el deseo y la lógica social que le decía que esto ...
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