1. Urgencias domésticas: setenta y húmeda


    Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    ... pensé, sintiendo cómo se me acumulaba el calor entre los muslos cada vez que recordaba su mirada, «esto es harina de otro costal».
    
    Tomeu tenía veintiséis años. Yo setenta. La diferencia era como de las señales con tambores del Pleistoceno al iPhone, pero me daba igual. La forma en que me había mirado, la tensión que había chisporroteado entre nosotros, la manera en que había reaccionado cuando lo toqué... eso no se puede fingir. Y mi cuerpo, que llevaba horas mandándome telegrama tras telegrama desde la zona sur, tampoco mentía.
    
    «Además», me dije mientras preparaba una ensalada, «¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Que me rechace? He sobrevivido a peores humillaciones. ¿Que diga que sí? Bueno, eso sería fantástico».
    
    El sonido de sus pasos en las escaleras interrumpió mis pensamientos. Apareció en la puerta de la cocina, sudoroso y con las manos sucias, pero con una sonrisa de satisfacción profesional.
    
    —Buenas noticias —anunció—. Creo que he encontrado el problema. Pero necesito ir a por una pieza de repuesto. Volveré en una hora.
    
    —¿Una hora? —pregunté, fingiendo decepción—. Justo cuando había preparado la comida.
    
    Sus ojos se posaron en la mesa, donde había dispuesto un almuerzo que parecía más una cita romántica que una comida casual.
    
    —Esto... esto es demasiado —murmuró—. No tenías por qué...
    
    —Tonterías —lo interrumpí—. Un hombre trabajador necesita una comida decente. Además, no tengo nada más que hacer. Frieda y Udo no volverán hasta esta ...
    ... noche.
    
    La mención de que estaríamos solos durante horas hizo que se removiera incómodo.
    
    —Ida...
    
    —Siéntate —ordené, señalando la silla—. Come algo antes de irte. El trabajo físico requiere energía.
    
    Obedeció, pero pude ver la tensión en sus hombros mientras se sentaba. Yo me serví también, eligiendo la silla más cercana a la suya en lugar de sentarme al otro lado de la mesa.
    
    —¿Mejor? —pregunté cuando empezó a comer.
    
    —Mucho mejor. Cocinas muy bien.
    
    —Setenta años de práctica —reí—. Aunque últimamente no tengo mucha oportunidad de cocinar para... compañía masculina.
    
    La insinuación fue sutil pero clara. Tomeu se atragantó ligeramente con su agua.
    
    —¿Vives sola en Hamburgo? —preguntó, cambiando de tema.
    
    —Completamente sola. Un apartamento grande, una cama más grande... es mucha soledad para una mujer de mi edad.
    
    «Sutil como un martillo», pensé, pero funcionaba. Podía ver cómo procesaba la imagen que acababa de plantar en su mente.
    
    —Debe ser... difícil —murmuró.
    
    —A veces. Pero otras veces es... liberador. No tener que dar explicaciones a nadie. Poder hacer lo que quieras, cuando quieras, con quien quieras.
    
    Nuestros ojos se encontraron sobre la mesa, y el aire se cargó de electricidad otra vez.
    
    —¿Y qué es lo que quieres hacer? —preguntó, su voz más ronca de lo normal.
    
    «A ti», pensé. «Quiero hacerte a ti hasta que grites mi nombre».
    
    —Disfrutar de la vida —respondí en cambio—. A mi edad, ya no tengo tiempo para falsas modestias o convenciones ...
«12...678...17»