-
Urgencias domésticas: setenta y húmeda
Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos
... sociales. Sé lo que me gusta, y si lo quiero... lo tomo. La última palabra la pronuncié mirándolo directamente a los ojos. Vi cómo su nuez de Adán se movía cuando tragó saliva. —Eso es... eso es muy directo. —¿Te molesta que una mujer sea directa? —No —respondió inmediatamente—. Me gusta. Es solo que... no estoy acostumbrado. —¿A qué no estás acostumbrado? ¿A las mujeres directas o a las mujeres mayores? La pregunta era arriesgada, pero ya habíamos llegado demasiado lejos para marcha atrás. —A ambas cosas —admitió, sonrojándose otra vez. «Perfecto», pensé. «Honestidad. Puedo trabajar con eso». —Bueno —dije, acercando mi silla un poco más—. Hoy es tu día de suerte. Porque soy ambas cosas. Mi rodilla rozó la suya bajo la mesa, y el contacto nos electrificó a ambos. En lugar de apartarse, se quedó inmóvil, dejando que el toque continuara. —Ida... —su voz era apenas un susurro. —¿Sí, cariño? —No sé si esto es... apropiado. Me incliné hacia él, lo suficiente para que mi perfume lo envolviera, lo suficiente para que pudiera ver el pulso acelerado en su cuello. —¿Sabes qué he aprendido en setenta años? —susurré—. Que «apropiado» es la palabra más aburrida del diccionario. Y la vida es demasiado corta para ser aburrida. Sus ojos se movieron entre mi rostro y mis labios, y pude ver el momento exacto en que su resolución comenzó a debilitarse. —Pero tú eres... yo soy... —Tú eres un hombre atractivo —lo interrumpí—. Yo soy una ...
... mujer que sabe apreciar a un hombre atractivo. ¿Dónde está el problema? —La edad... —Es solo un número, cariño. Y a veces... —me acerqué aún más—... la experiencia vale más que la juventud. Podía sentir su respiración, cálida y acelerada, mezclándose con la mía. Estábamos tan cerca que si me movía un centímetro más, nuestros labios se tocarían. —¿Tienes miedo? —susurré. —Aterrorizado —admitió. —Bien —sonreí—. Las mejores cosas dan miedo. Y entonces hice algo que no había hecho en años: tomé la iniciativa. Me incliné hacia adelante y lo besé. Sus labios eran suaves, cálidos, y después de un momento de sorpresa absoluta, comenzó a responder. No fue un beso perfecto —había torpeza, nerviosismo— pero cuando su lengua rozó tímidamente la mía, sentí una descarga eléctrica que me bajó directamente hasta el bajo vientre. «Madre mía», pensé mientras mi cuerpo reaccionaba como si tuviera veinte años otra vez, «esto sí que no me lo esperaba». Podía notar cómo se me humedecían las bragas con una urgencia que llevaba años sin sentir, como si mi cuerpo hubiera estado esperando exactamente este momento para recordarme que seguía siendo una mujer de pies a cabeza. Cuando nos separamos, ambos estábamos temblando. —Dios mío —murmuró. —¿Arrepentido? —pregunté. —No —respondió inmediatamente—. Sorprendido. Pero no arrepentido. «Excelente». —Será mejor que vayas por esa pieza de repuesto —dije, apartándome lentamente—. No queremos que el calentador siga ...