1. Urgencias domésticas: setenta y húmeda


    Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    ... roto.
    
    Tomeu me miró como si acabara de resolver un rompecabezas particularmente complicado.
    
    —¿Vas a estar aquí cuando vuelva?
    
    —¿Dónde más iba a estar? —reí—. Esta casa parece ser el lugar donde pasan las cosas... interesantes.
    
    Se levantó lentamente, como si no estuviera seguro de que sus piernas lo sostuvieran.
    
    —Una hora —dijo.
    
    —Te estaré esperando —prometí.
    
    Lo vi marcharse desde la ventana de la cocina, notando cómo caminaba como un hombre que acababa de tener una revelación. Su furgoneta arrancó con el mismo ruido de siempre, pero de alguna manera sonaba diferente. Como si hasta la máquina hubiera notado el cambio en las circunstancias.
    
    «Ida Schwarzmüller», me dije, tocándome los labios donde aún podía sentir el sabor de su boca, «acabas de lanzarte desde un acantilado. Esperemos que haya agua abajo».
    
    Pero por primera vez en años, no me importaba si había agua o no. La caída estaba siendo demasiado emocionante.
    
    La hora que siguió fue la más larga de mi vida.
    
    Me duché otra vez, cambié a un vestido aún más provocativo —uno amarillo que sabía que hacía maravillas con mi bronceado. Luego, en un momento de lucidez práctica que me honraba a mis setenta años, fui a mi maleta y saqué de un compartimento discreto un pequeño bote de lubricante y una caja de preservativos que había comprado en Hamburgo «por si las moscas». Que una mujer previsora siempre está preparada para las mejores emergencias, y mi intuición me decía que esto podía acabar ...
    ... requiriendo... asistencia técnica.
    
    Fui al salón y los escondí con disimulo detrás de unos cojines del sofá, fuera de la vista pero al alcance de la mano. «Ida Schwarzmüller», me dije, «a tu edad la estrategia y la planificación son un arte, y tú eres Napoleón».
    
    Después me senté en la terraza a esperarlo, fingiendo leer mientras mi mente reproducía ese beso una y otra vez, sabiendo que si las cosas iban por donde parecían ir, estaría perfectamente equipada para la ocasión.
    
    «¿Qué demonios estás haciendo, Ida?», me pregunté por centésima vez. «Es lo suficientemente joven para ser tu nieto».
    
    Pero luego recordé la forma en que me había mirado, la manera en que había respondido a mi beso, y todas las dudas se desvanecieron. Había una conexión entre nosotros, algo real y tangible que no tenía nada que ver con la edad y todo que ver con el deseo puro.
    
    «Además», me dije, «¿cuántas oportunidades más voy a tener? ¿Cuántos hombres jóvenes y guapos van a aparecer en mi vida dispuestos a... apreciar mi experiencia?»
    
    La respuesta era obvia: probablemente ninguno.
    
    El sonido de la furgoneta regresando me hizo saltar como una adolescente esperando a su primera cita. Me compuse rápidamente, fingiendo estar absorta en mi libro cuando Tomeu apareció en la terraza.
    
    —Ya estoy de vuelta —anunció, pero su voz sonaba diferente. Más segura, quizás. O más decidida.
    
    —Perfecto —sonreí, marcando mi página inexistente—. ¿Has encontrado lo que necesitabas?
    
    —Sí —respondió, pero sus ojos ...
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