La sumisión de Claudia, Cap. 4 - Relatos Eróticos

La sumisión de Claudia, Cap. 4

... perritos calientes? ¿Las hamburguesas?” preguntó justo antes de cerrar la puerta.

¿Por qué le preguntaba eso? Esperó a que se subiera al coche y cerrara la puerta.

“¿Por qué perritos calientes y hamburguesas?” preguntó.

“Porque eso es lo que venden en la feria.” Sonrió y puso en marcha el coche de alquiler.

"¿Hay una feria en la ciudad?"

“Bueno, hay una en la zona. Atracciones, juegos y comida basura en abundancia. Voy a tratar de ganar un peluche para ti, incluso aunque los juegos estén amañados”.

"¿Cómo encuentras estas cosas?" Claudia negó con la cabeza. Se inclinó sobre el asiento para plantarle un rápido beso en los labios.

“Tengo un poderoso incentivo para hacerlo, Red” respondió, con el rostro todavía cerca del de ella.

"Ah ¿Y cuál es?"

"Tú."

"¿Yo? ¿Qué quieres decir?"

“Quiero decir que me encanta ver cómo se te ilumina la cara cuando ves algo que realmente te gusta. Me encanta oír tu risa cuando ves o escuchas algo divertido. Y me encanta ser el responsable de eso.”

Ella alargó la mano para hacer que se acercara y darle un beso más largo. Un beso mucho más largo. Tuvo que romperlo antes de que se volviera demasiado ardiente, pero lo mantuvo el tiempo suficiente para que ansiara volver al apartamento. Deseaba que él también estuviera ansioso y excitado.

No había ido a una feria desde que tenía doce o trece años. De alguna manera, una vez que entró en la pubertad, las ferias dejaron de ser geniales. Pero mientras caminaba de la ...

... mano de Sam por el medio de ella, las luces intermitentes, el parloteo de voces y la música de fondo hicieron que le pareciera el mejor lugar del mundo para estar esa noche. Comieron perritos calientes muy largos cubiertos de chucrut, seguidos de palomitas de maíz calientes y refrescos de naranja. Los refrescos eran efectivamente de color naranja, pero eran dulces como un jarabe y no sabían mucho a naranja.

No había muchas atracciones adecuadas para adultos, pero había coches de choque. De niña le encantaban los coches de choque y descubrió que todavía podía le excitaba chocar contra alguno de los otros coches... bueno, en todo caso chocar contra el que conducía Sam. Él trató de hacer lo mismo, pero ella logró esquivar la mayoría de sus intentos, sin parar de reír como una niña. También había una pequeña noria. Se montaron varias veces en ella. Se sentó junto a Sam, apoyando la cabeza en su hombro mientras subían y bajaban y la colorida vista de abajo cambiaba a cada vuelta. Y finalmente, la llevó a uno de tantos “juegos de habilidad” para intentar conseguirle un peluche. Eligió uno en el que el objetivo era derribar tres botellas de madera con una pelota de béisbol. En su primer intento solo tiró dos, pero en el segundo intento no solo las derribó todas, sino que las lanzó fuera de la mesa. El charlatán que dirigía el juego, un joven flaco con una camisa a rayas, manchada de sudor, felicitó a Sam, pero no le sugirió que lo intentara de nuevo. Cuando le preguntó a Sam cuál de ...