1. LNE (3). Unicornios en modo combate


    Fecha: 08/11/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: Schizoid, Fuente: TodoRelatos

    ... rio a carcajadas por una broma de patos, y cuando Marian le sonrió simplemente por compartir el caos, pensó que quizá, solo quizá, estaba exactamente donde debía estar.
    
    Aunque no tuviera ni idea de cómo había llegado allí.
    
    ***
    
    Después de comer se había improvisado un partido de fútbol en uno de los campos de la granja, y aunque era un amistoso de padres de hijos estaba resultando más intenso que una final de Champions improvisada con mochilas a modo de porterías y gallinas en la tribuna principal. César corría como si le fura la vida, mientras Cristina lo marcaba sin piedad.
    
    —¡Te tengo! —gritó ella, plantándose delante de él—. No me vas a pasar, enano.
    
    —Mido uno setenta y cuatro, igual que tú -resopló él, picado.
    
    —Sí, pero yo doy miedo.
    
    Y lo daba. Cadera estrecha y firme, fuerte y fibrosa, zancada implacable, y una coleta imaginaria que no necesitaba porque llevaba el pelo casi rapado con aquel rosa capaz de verse desde el espacio. César intentó esquivarla, pero terminaron enredados en un giro extraño digno de película de artes marciales… y Cristina cayó.
    
    —¡Joder! —gruñó, sentada en el suelo, tocándose el tobillo.
    
    —¿Estás bien?
    
    —No, inútil. Me he jodido el tobillo porque tu ego ocupa medio campo.
    
    —Vamos a la enfermería —dijo él, ya con una mano en su cintura y otra en su hombro.
    
    La enfermería era en realidad veterinaria, y olía a desinfectante para animales y a cierta tensión sexual sin atender. Cristina estaba sentada en la camilla, el ...
    ... tobillo envuelto en una bolsa de gel frío que posiblemente había servido antes para aliviar la luxación de algún burro especialmente enfermizo. César se agachó para ajustarla.
    
    —Tienes unos gemelos absurdamente duros —comentó él, tocando la pierna—. ¿Los entrenas o los esculpes con martillo?
    
    —Nací para patear egos masculinos, así que sí, los entreno.
    
    Sus miradas se cruzaron. Otra vez ese silencio que vibraba más que los teléfonos durante una reunión de padres. César fue el primero en ceder. Se acercó. Ella no lo detuvo. Al contrario, lo miró con una sonrisa torcida.
    
    —¿Qué esperas? ¿Un permiso por escrito?
    
    El beso fue brutal, divertido, como si ambos intentaran morderse la lengua antes de decir alguna burrada. Pronto, sus cuerpos estaban entrelazados.
    
    César no sé entretuvo más, y bajó hasta la entrepierna de Cristina, bajando el pantalón y el tanga descubriendo ese coño que Cristina mantenía firmemente escondido entre calzones deportivos y la fama de lesbiana que ya hacía aguas. Le decepcionó un poco que no tuviera también el vello púbico, bien recortado en una tirita en su monte de Venus, color rosa eléctrico.
    
    —Ohhh… —jadeó ella—. No pensaba que sabías usar la lengua para más que bromas idiotas.
    
    —Soy multidisciplinar —dijo él entre besos, justo antes de empezar a lamerla como quien saborea un premio inesperado, pulsando su clítoris gordito y prominente con saña vengativa.
    
    Cristina se dejó hacer. Ronroneaba, gemía, y de vez en cuando soltaba frases ...
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