LNE (3). Unicornios en modo combate - Relatos Eróticos

LNE (3). Unicornios en modo combate

... bocadillos?

-Nosotros – dijo Inés –. Ninguno queremos un viaje de regreso en autobús contigo después de que comas un kilo de chorizo, Cosme.

Todos – salvo Cosme - rieron. Un poco por la broma, un poco por la larga jornada, y un poco por lo cerca que estaban, sin decirlo, de que algo estuviera empezando a cambiar.

Un mensaje en el móvil de César vibró. Era de Esther:

“¿Cómo va la excursión?”

Respondió con una foto de una cabra mirándole con odio desde el otro lado del corral.

Texto: “Me identifico.”

***

El autobús escolar era una mezcla de montaña rusa emocional y caja de resonancia para gritos infantiles. Marian dormitaba junto a Abril, Cosme rumiaba su mal humor, y Lluvia y Marisa charlaban acerca de la experiencia, lo cual resultaba incluso más inquietante que la experiencia en sí. Cristina hacia organizado una especie de campeonato de juegos en línea con varios de los chicos, así que César y Inés lograron sentarse juntos en un banco trasero, aunque la niña de Inés ya iba dormida en sus brazos.

—¿Quién diseñó estos asientos? —se quejó César mientras intentaba acomodar sus piernas en un espacio más estrecho que la paciencia de un niño sin tablet.

—Al menos tú no tienes que sentarte encima de una mochila con restos de galleta —replicó Inés, sin dejar de mirarlo con media sonrisa.

César suspiró y miró por la ventana, intentando aparentar que era un adulto con control sobre la situación.

—Lo bueno de estos viajes es que, si algo sale mal, ...

... siempre puedes culpar al conductor.

—¿Eso funciona para la vida? —preguntó Inés.

—No. En la vida solo te puedes culpar a ti mismo... y a las madres en los grupos de WhatsApp que te ofrecen excursiones.

Inés sonrió.

***

Al llegar al colegio, mientras los niños bajaban desordenados y con mochilas que parecían crecer con cada paso, Marian y César se quedaron un momento en la acera, intercambiando impresiones, mientras Abril y Sergio intercambiaban mascotas virtuales.

—Un día agotador, pero lo he pasado bien – dijo Marian con un guiño y una sonrisita culpable.

—Yo también. Me estoy empezando a dar cuenta de que no todo tiene que salir perfecto para que sea divertido.

Ella asintió sin dejar de sonreír y añadió:

—Y que a veces la torpeza es parte del encanto.

En ese momento apareció Marisa, que apareció con una expresión beatífica junto a Lluvia, Inés y Cristina.

—Hola, supervivientes —saludó—. ¿Qué tal el día?

—Caos. Locura. Risas —respondió César—. El método Blissot.

—Me alegra que haya ido bien —dijo Lluvia, mirando a ambos. Parecía cansada—. Gracias por asistir.

Se alejó, pastoreando a los niños. Todos la miraron, tan menuda, enérgica y entusiasta, incluso al borde del colapso. Y con esos pechos que desafiaban las leyes de Newton… Fue Marisa quien rompió el hechizo.

-Me preguntaba si no estaría bien hacer una cena. Sin niños, solo para hablar de cosas menos caóticas.

Inés miró a Cristina.

-Aún a riesgo de tener que comer bayas de ...