1. El círculo. Cap.37. La calma que es guerra


    Fecha: 20/11/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos

    ... empezado a cambiar. Ya no había vuelta atrás. Valeria no era la hija de Damián. Era su evolución. Y lo sabía.
    
    __
    
    Casa de Isabella. Noche. Ciudad de México. Interior. Silencio en forma de despedida.
    
    Las paredes ya no hablaban. Las fotos habían desaparecido. Los estantes, vacíos. Las cortinas, recogidas. Había algo final en el aire. Como un cuerpo después de una larga fiebre: exhausto, pero en paz.
    
    Isabella cerraba una maleta con manos tranquilas. No había caos. No había urgencia. Todo había sido doblado con cuidado: los vestidos que ya no usaba, la blusa beige que le regaló su madre antes de morir, la pijama de franela con agujeros que aún olía a su hija, y ese perfume pequeño, intacto, que se había prohibido durante años. El que Darío le dijo una vez que olía “demasiado a ella”.
    
    Ahora se lo llevaba puesto. Apenas unas gotas. Para sí misma.
    
    La pantalla del celular vibró sobre la mesa de noche. Videollamada.Darío.Isabella dudó dos segundos. Respondió.
    
    —Hola.
    
    Del otro lado, Darío estaba despeinado, sin camisa, con esa expresión a medio camino entre el deseo y el miedo. Se había servido un trago. El hielo flotaba sin rumbo.
    
    —¿Estás bien? —preguntó él, como si fuera su derecho saberlo.
    
    —Sí.
    
    —¿Estás… empacando?
    
    —Sí.
    
    Él tragó saliva. Se acomodó. Cambió el tono.
    
    —No te vayas.
    
    Isabella lo miró. No con ternura. No con rabia. Con algo nuevo: compasión.
    
    —No me estoy escapando, Darío.
    
    —Podemos irnos juntos —dijo él, casi sin pensarlo—. A ...
    ... Veracruz, a donde sea. Tú, yo... Xime si quiere. Podemos empezar de cero.
    
    Isabella lo dejó hablar. Lo observó con una especie de tristeza que ya no dolía. Como si lo viera desde otro tiempo, desde otra piel.
    
    —Yo no tengo que huir —dijo—. Tengo que sanar.
    
    Darío bajó la mirada. Lo entendió. Lo supo. La había perdido. No por otro hombre. Ni por un escándalo. Sino por ella misma. Porque, por fin, Isabella se eligió.
    
    —¿Y Ximena? —preguntó él, más suave.
    
    —Va a quedarse unos días con mi hermano. Yo hablé con ella.
    
    —¿Y tú… vas sola?
    
    —Sí.
    
    —¿Y no te da miedo?
    
    Isabella lo pensó. Y luego, sonrió. No con la boca. Con el rostro entero.
    
    —Claro que sí. Pero prefiero el miedo… a esta jaula disfrazada de amor.
    
    Darío asintió, roto. Apagado. No insistió. Solo la miró. Por última vez. Como quien ve partir a quien nunca pudo sostener.
    
    Isabella colgó sin drama. Guardó el teléfono en la bolsa lateral de la maleta. Luego miró la sala vacía. No quedaba rencor. No quedaba peso.
    
    Caminó hasta el espejo del pasillo. Se vio. Y esta vez, no se pidió perdón. Ni se maquilló la culpa. Solo se tocó el rostro. Y dijo en voz muy baja:
    
    —Aquí estoy.
    
    Como si se reencontrara después de años.
    
    Al salir, cerró la puerta sin llaves. No iba a volver.
    
    Y por primera vez en mucho tiempo, el silencio… no dolía.
    
    __
    
    Motel “Noche Azul”. Iztapalapa. Cuarto 26. 3:41 a.m.
    
    La habitación olía a cloro barato, sudor, y algo más. Algo dulce y podrido. Una mezcla que se quedaba ...
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