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El círculo. Cap.37. La calma que es guerra
Fecha: 20/11/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos
... tierra firme. Como si el mundo entero se hubiera vuelto agua. Helena lo abrazó por la espalda. Le cubrió el cuerpo con la manta del sofá. No intentó consolarlo. No le preguntó nada. No repitió frases inútiles como“va a pasar” o“lo siento”. Sabía que había pérdidas que no se nombran. Sabía que hay dolores que no buscan testigos, solo refugio. Damián cerró los ojos. Y por primera vez desde que vio el cuerpo de su hija, se permitió dormirse. Con la cabeza sobre el vientre de Helena, como si ese nuevo corazón que latía dentro de ella fuera la única señal de que algo aún podía salvarse. La lámpara seguía encendida. Y afuera, la ciudad no se detenía. Pero adentro, en ese rincón de sombra, Damián volvió a ser un hombre, no un político. No un estratega. Solo un padre derrotado. Que por fin, dejaba de resistirse. _ Oficinas de campaña de Serrano. Piso alto. Torre Insurgentes. Medio día. El vidrio templado del ventanal reflejaba la ciudad como un trofeo: vertical, hirviente, inconsciente. Allá abajo, el caos. Aquí arriba, el poder. O al menos, la ilusión perfecta de que se tiene. Las oficinas de campaña de Serrano no olían a política. Olían a éxito. Café recién hecho. Perfume importado. Cristalería fina sobre una mesa de roble. En la sala de juntas habían quitado los papeles, las laptops, los gráficos. Hoy no había estrategia. Hoy había celebración. Serrano se sirvió un trago corto de whisky. No cualquiera. Un Glenfiddich 30 años. Lo giró en la copa con ...
... la sonrisa de quien ha sobrevivido a la ejecución. Llevaba traje oscuro, sin corbata, y los primeros botones de la camisa desabrochados. En el rostro, el brillo sucio del hombre que no esperaba vivir para contarlo… y ahora quiere comerse el mundo. —Empatamos —dijo con la voz grave, casi ronca por la noche anterior—. Ya estamos parejos. Un punto más y ese hijo de puta va a tener que hacer cola para hablar con nosotros. Valeria estaba de pie, al fondo, recargada en el escritorio de mármol. Vestido negro entallado, labios rojo sangre, tacones de media altura. El embarazo aún era una curva discreta, pero su piel estaba distinta: más luminosa, más tensa. Se veía brutalmente hermosa. Radiante. Letal. No respondió de inmediato. Solo levantó su copa y asintió. Serrano se acercó. Brindaron. —Por ti —dijo él. —Por mí —corrigió ella, con media sonrisa. Chocaron las copas. El cristal sonó como una sentencia. Luego se besaron. Un beso lento. Cínico. Más pacto que caricia. Más poder que deseo. Él la abrazó por detrás. Apoyó la mano grande y áspera sobre su vientre. Le acarició el abdomen con la delicadeza con que se limpia un arma. Ella sintió el antinatural bulto de César frotarse en su trasero. Sonrió. —Este sí va a tener mi nombre —murmuró al oído. Valeria no se movió. No dijo nada. Solo sonrió. Pero su mirada se fue más allá del ventanal. Más allá de Serrano. A algo —o alguien— que aún no estaba en escena. Una vibración interrumpió el momento. El celular de ...