1. Compañeros - Capítulo 23: La mirada de Carlota


    Fecha: 22/11/2025, Categorías: Grandes Relatos, Autor: nowbly, Fuente: TodoRelatos

    ... nada. Me recuesto en el asiento trasero, notando una leve punzada agradable entre mis muslos al juntar las piernas. Sonrío mirando por la ventana cómo la ciudad despierta.
    
    “Luego te lo cuento todo,” le prometí a Miguel anoche. Y vaya si tengo cosas que contarle.
    
    Parte 2
    
    Llego a casa todavía con la cabeza flotando en niebla placentera. Por suerte no hay nadie: mis padres están de viaje de nuevo y la casa es toda mía. Me doy el lujo de subir la escalera descalza, con los tacones en la mano, para no hacer ruido ni siquiera a las empleadas. Necesito urgentemente una ducha caliente para relajar mi cuerpo molido.
    
    Ya en mi habitación, suelto un suspiro al quitarme el vestido -que presenta huellas inequívocas de la noche, como un lamparón de champán y arrugas por doquier. Lo dejo en el cesto y me meto bajo el agua humeante de mi propio baño, cerrando los ojos con alivio.
    
    El agua golpea mis hombros y espalda, deshaciendo nudos de tensión. Me concentro en las sensaciones: el calor mitigando las pequeñas agujetas en mis muslos, limpiando los restos secos de sudor y semen de mi piel… Cierro los muslos rememorando cómo me llenó Samir, cómo todavía siento un vacío extraño ahora que todo su líquido escapó de mí. Estoy loca, pienso con media risa, pero lo volvería a hacer tal cual.
    
    Dejo que mi mente vague un poco, repitiendo flashes indecentes: yo de rodillas tragando su polla, su voz ronca diciéndome mi putita… Un escalofrío excitante me hace suspirar bajo el chorro. ...
    ... Podría incluso tocarme otra vez pensándolo, pero me contengo. Este cuerpo ha tenido suficiente por unas horas.
    
    Salgo de la ducha y me envuelvo en mi albornoz suave. Al pasar frente al espejo, veo varios chupetones en mis pechos y cuello. Sonrío de lado. Marcas de guerra. Busco mi teléfono, que había olvidado en el bolso. Tiene un par de mensajes: uno de Daniela a las cuatro de la madrugada, lleno de emoticonos de diablillo preguntando dónde me metí (le contestaré luego con calma); y otro de Miguel, hace media hora: ”¿Estás despierta? Llámame cuando puedas, guapa.”
    
    Me muerdo el labio, de repente un poco nerviosa. Este es el momento: contárselo. Marco su número sin pensarlo más o me echaré atrás. Él contesta al primer tono.
    
    —¡Car! —su voz suena cálida, un poco somnolienta—. Hola, amor.
    
    —Hola, Mi —respondo, usando el diminutivo cariñoso que a veces le digo. Me acomodo sentada en la alfombra de mi cuarto, con el pelo goteando aún sobre los hombros. Siento mi corazón latir más rápido—. Te… te llamaba para contarte.
    
    Hay un breve silencio al otro lado. Lo imagino tragando saliva. —Sí… —dice él finalmente, en tono tranquilo—. Eso. Cuéntame qué tal anoche.
    
    Trago yo también. Aunque me dio permiso, y aunque sé que hasta morbo le da, no deja de ser delicado. —Bueno… Fui a esa fiesta con Daniela —empiezo, balanceándome un poco—. Y conocí a un chico.
    
    —Ajá… —Miguel mantiene la calma—. ¿Alto, moreno y guapo? —Su intento de chiste para relajar me hace sonreír. Con qué ...
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