Compañeros - Capítulo 23: La mirada de Carlota - Relatos Eróticos

Compañeros - Capítulo 23: La mirada de Carlota

... aseguro—. Oye, si quieres puedes usar mi cuarto luego, si te apetece intimidad con él… —insinúo. Quizá ella prefiera estar a solas con Luis en plan cita normal.

Pero Daniela niega con la cabeza, sonriendo de medio lado. —No sé tú, Car, pero a mí aquello de los cuatro juntos me puso a mil. —Me coge la mano—. ¿Por qué no repetimos todo? Quiero decir… en vez de separarnos por cuartos…

La miro fingiendo duda. —Hmm, no sé… ¿qué propones exactamente? —Quiero que lo diga explícito.

—Pues revivir el cuarteto de Formigal, tía —dice Daniela sin rodeos, encogiéndose de hombros—. Me lo pasé tan bien. Además, tú también pudiste estar con Luis, y yo con Miguel… A ninguno nos importó, ¿verdad?

Niego, recordando lo ardiente que fue ver a Miguel con ella y yo probar a Luis. En su momento me preocupó cómo nos sentiríamos después, pero la verdad, salió todo natural. Asumo que contárselo a mis padres algún día no está en planes, pero entre nosotros fue… wow.

—Tienes razón —admito con una sonrisa—. Fue increíble. Me apunto a repetir.

Dani ríe emocionada y nos damos un choque de manos en plan conspiradoras. La adrenalina recorre el salón. Ambas estamos entusiasmadas y algo nerviosas también, pero de ese nervio rico.

—¿Y ellos qué? ¿Tú crees que…? —pregunta ella.

—Miguel seguro que sí, él sueltecito te adora. Y Luis, por lo que cuentas, también se apuntará. —Le guiño un ojo—. Vamos, son chicos de 19 años, les dices sexo y se apuntan aunque haya explosivos de por ...

... medio.

Nos partimos de risa. Con esa ligereza empezamos a preparar todo: ponemos la mesa del comedor con el sushi, refrescos, sojas y demás. Fingiremos empezar con la “noche de peli y cena” normal para romper el hielo. Aunque, sinceramente, la confianza que tenemos tras lo de Formigal es bastante.

A las nueve menos diez llegan. Escuchamos el timbre y Dani casi da un saltito emocionada. Voy a abrir y ahí están, sonrientes, cargando un par de bolsas con cervezas y snacks aunque yo tenía de sobra. Miguel luce relajado, con vaqueros y camiseta blanca, su pelo oscuro aún un poco mojado (¿se habrá duchado pajeándose pensando en lo que conté? Lo imagino y me muero de calor). Luis está guapísimo, con su estilo casual deportivo de siempre: una camiseta que abraza sus bíceps marcados y sus rizos castaños despeinados de forma sexy.

—¡Holaaa! —saludo, eufórica, plantándole un beso rápido a Miguel en los labios y luego dando otro en la mejilla de Luis, que me abraza amistosamente por la cintura un segundo. Daniela aparece detrás de mí y va directa a colgarse del cuello de Luis con una risita; él la rodea con sus brazos fuertes, levantándola un poquito del suelo en un abrazo entusiasta.

—¿Qué pasa, preciosas? —dice Luis, depositando a Dani de nuevo en el suelo pero sin soltar sus caderas. Se miran con un hambre imposible de disimular. Miguel y yo nos lanzamos una mirada cómplice; está claro que estos dos van a tardar cero coma.

—Pasad, chicos —les invito, cerrando la puerta tras ...