Presa escurridiza - Cap 12 - Relatos Eróticos

Presa escurridiza - Cap 12

... llevarla a "La Granja". ¿Era esta aquella granja? ¿Estaban allí aquellas mujeres? ¿Podría ser Bárbara una de ellas?

Se fue a buscar a un palo largo, encontró uno y regresó a la caseta-cobertizo. Metió el palo a través de la cerca y empujó suavemente a lo que fuera que estaba contra la pared del fondo. Se agitó, hizo un ruido y volvió a quedarse quieto. El ruido había sonado como una voz de mujer, por lo que empujó con un poco más de fuerza, pero no demasiada porque no estaba muy segura en que parte de la mujer estaba dando.

"No..." Definitivamente era una voz de mujer. Sonaba cansada. "No, ahora no... por favor... necesito dormir..."

"Despierta," siseó Kimberley, empujando con más fuerza. "¡Despierta, coño!"

"¿Que...?" Fuera quien fuese, se incorporó. La manta en la que había estado acurrucada se le cayó, e incluso en la penumbra pudo ver Kimberley que asomaba una carne pálida. "¿Quién eres?"

"Llámame Chica-elfo," dijo Kimberley en un susurro: "Y baja la voz. ¿Quieres salir de aquí? ¿Qué pasa con tu amiga?"

"¿Qué estás haciendo aquí?” Preguntó la mujer.

"Eso mismo estaba pensando yo," respondió Kimberley. "¿Quieres salir o no?"

La mujer se acercó a gatas. Sus dedos se agarraron a la malla de metal y la cara quedó a la vista. "¿Puedes sacarme... nos... fuera? ¿Lo harás?" Ya no parecía tan cansada.

"Lo haré si me dices dónde están las llaves. Soy nueva aquí."

"Las cuelgan de un clavo en aquella pared." La mujer señaló con la cabeza hacia el ...

... establo.

"¿Para qué os han puesto aquí?" preguntó Kimberley. "Como castigo". La mujer se estremeció. "Eso creo. No estoy segura."

"No os divertís mucho, ¿verdad?"

"Yo no sabía que iba a ser así," contestó la mujer.

"Ah." Kimberley asintió con la cabeza. "¿Es tu primera vez?"

"Sí. ¿Por qué?"

Kimberley suspiró. Había pasado su propia primera vez el año anterior y la había superado, gracias. No le tenía mucha simpatía a los lamentos de la primera vez de otras mujeres. Podían superarlas o no por su propia cuenta y volver de nuevo o no a su antojo. Pero le tentaba pensar en el escándalo, si mañana por la mañana el que viniera a este lugar se encontraba con que las cautivas se habían ido. Se arrastró hasta la amenazadora pared del establo y comenzó a palpar en busca de las llaves. Sus dedos encontraron una serie de clavos y astillas que sobresalían de la madera antes de cerrarse finalmente en las llaves.

No fue fácil meter las llaves en las cerraduras en la oscuridad, pero al final las dos mujeres quedaron libres. Sin embargo, una vez fuera de las jaulas, no tenían ni idea de qué hacer a continuación. "No tenemos ropa," se quejó la primera mujer. "Ni zapatos." Se llamaba Melissa-algo. Era un poco mayor que Kimberley, pelo largo y oscuro, grandes ojos marrones y aspecto de preocupación. Kimberley solo había prestado atención a los nombres de pila y sólo se había presentado como Chica-elfo a la otra mujer, Paula-algo. Paula rondaba los 30, pelo castaño corto, una ...