Bajo Su Mirada III - Relatos Eróticos

Bajo Su Mirada III

... físico, directo, sin pantallas de por medio.

El coche avanzaba por calles cada vez más tranquilas. El murmullo lejano del tráfico desaparecía poco a poco, sustituido por el sonido de los neumáticos sobre el asfalto y un silencio cargado. Lucía no hablaba, pero su mano, apoyada en la palanca de cambios, estaba lo suficientemente cerca para que Kira sintiera su presencia como un campo eléctrico.

Cada vez que Lucía cambiaba de marcha, la manga de su sudadera se desplazaba un poco, dejando ver un antebrazo firme y bronceado. Kira no podía evitar mirar. No era solo su aspecto físico; era la forma en que Lucía llenaba el espacio, como si incluso el aire obedeciera.

En un semáforo, Lucía giró apenas el rostro hacia ella. —Pon las manos sobre tus rodillas. Kira obedeció al instante, sin entender del todo el porqué. —Separa las piernas.

El vestido, al tensarse sobre sus muslos, dejaba un pequeño espacio por el que el aire fresco del coche se colaba, recordándole lo poco que llevaba debajo. Lucía volvió la vista al frente y sonrió apenas, como si hubiera confirmado algo que ya sabía.

—Bien. Mantente así.

El resto del trayecto fue una tortura silenciosa. Cada bache, cada curva, hacía que el vestido se moviera y rozara justo donde su piel estaba más sensible. Para cuando Lucía giró en una calle estrecha y se detuvo frente a una casa de fachada discreta, Kira sentía que el corazón le golpeaba contra el pecho.

Lucía salió del coche y rodeó hasta abrirle la puerta. No ...

... había gestos amables, solo un control firme, como si cada movimiento fuera parte de una coreografía estudiada.

—Entra.

El interior de la casa olía a limpio, con un toque de madera y algo más sutil… cuero, quizá. Kira se fijó en que las paredes eran claras, decoradas con pocas cosas, pero cada detalle parecía elegido a propósito.

Lucía cerró la puerta con llave y se apoyó contra ella, cruzando los brazos. —Aquí no hay pantallas. Aquí no hay filtros. Aquí estás delante de mí, y voy a ver todo lo que eres.

Kira tragó saliva. Esa mezcla de excitación y vulnerabilidad se hacía más intensa con cada palabra.

Lucía dio un paso hacia ella, y luego otro, hasta que el espacio entre ambas desapareció. Su mano subió despacio, rozando la mejilla de Kira con el dorso de los dedos. —Hoy vas a entender lo que significa ser mía de verdad.

Sin esperar respuesta, Lucía se giró y empezó a caminar por el pasillo. —Sígueme.

Kira siguió a Lucía por un pasillo amplio, iluminado por una luz tenue que se filtraba desde un ventanal lateral. Cada paso resonaba en el suelo de madera, amplificando el sonido de sus tacones bajos y el ritmo acelerado de su respiración.

El pasillo estaba impecable, sin decoración excesiva, pero con detalles que llamaban la atención: un marco con una fotografía en blanco y negro de una mujer de espaldas, un perchero donde colgaban un par de chaquetas y, junto a una de las puertas, lo que parecía un pequeño banco de madera con una manta doblada encima. ...