Bajo Su Mirada III - Relatos Eróticos

Bajo Su Mirada III

... empezó a avanzar sobre la alfombra, sintiendo la presión interna del plug con cada movimiento. El balanceo de la cola, el tintineo constante del collar y el roce de sus pechos, libres y pesados, con el aire tibio de la habitación creaban un conjunto de sensaciones que la mantenían encendida y dócil.

De pronto, Lucía se agachó a su lado y deslizó una mano bajo su pecho, levantándolo con firmeza. —Tienes ubres hermosas… —susurró, acercando el rostro lo suficiente para que su aliento caliente rozara la piel húmeda.

Kira cerró los ojos un instante, pero Lucía no se lo permitió: —Mírame. Siempre mírame cuando te toco.

Sus dedos rodearon el pezón y lo pellizcaron con precisión, ni demasiado fuerte ni suave, el punto exacto para que Kira sintiera un chispazo directo al bajo vientre. El segundo pezón recibió el mismo trato, pero esta vez Lucía lo acompañó de un tirón suave hacia abajo, obligando a Kira a sentir el peso de sus propios pechos.

—Vas a aprender a dejar que te ordeñe, y lo vas a hacer disfrutando.

Se incorporó de nuevo y fue hasta la mesa, volviendo con las pezoneras de ventosa. El plástico frío se pegó a su piel, y en cuanto Lucía accionó el mecanismo, la succión atrapó cada pezón con una presión firme que arrancó un jadeo de su boca.

—No te las quites, aunque duela un poco. Quiero que sientas cada movimiento de tus pechos mientras te desplazas.

Lucía volvió a su posición inicial y señaló un punto al otro lado de la alfombra. —Ve allí, y hazlo ...

... despacio. Quiero ver cómo se balancean… cómo la vaca me obedece.

Kira obedeció, arrastrándose con las pezoneras tirando de su piel y la cola recordándole que no había forma de olvidar lo que era en ese momento: completamente suya.

Kira llegó al otro extremo de la alfombra, respirando agitada. Las pezoneras tiraban de su piel con cada movimiento, y el plug, cada vez más presente, la hacía consciente de su postura en todo momento. No había una sola parte de su cuerpo que no estuviera bajo la influencia de algo que Lucía le había puesto o indicado.

Lucía se acercó por detrás, lenta, como un depredador que se toma su tiempo. Sus pasos apenas sonaban sobre la alfombra, pero Kira podía sentir su presencia. Una mano se apoyó en la parte baja de su espalda, obligándola a arquearla un poco más. —Mantén esa postura. Quiero que todo esté expuesto para mí.

Lucía caminó hasta colocarse frente a ella. Sin decir nada, se agachó y retiró una de las pezoneras para pellizcar el pezón con los dedos, rodándolo entre ellos hasta que estuvo duro y sensible. Luego volvió a colocarla con un chasquido suave. —Así quiero tenerlos: preparados para lo que venga.

Se incorporó y fue hacia la mesa. El sonido que siguió hizo que el pulso de Kira se acelerara: un zumbido grave y constante. Lucía regresó con un vibrador alargado, delgado, de silicona negra. —No te muevas.

Kira permaneció inmóvil, sintiendo el calor del aparato acercarse. Lucía lo deslizó suavemente por el interior de su muslo, ...