-
Antonio el camionero y la puta del coño insaciable
Fecha: 19/12/2025, Categorías: Sexo en Grupo Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos
... descomunal como grotesco, palpitante y vivo, inflado por la erección de un miembro tan bruto como su dueño. Oumar frunció el ceño y se llevó una mano a la boca, casi por reflejo, como si no creyera lo que estaba oliendo. Olivia, en cambio, parpadeó como si le hubieran echado gasolina en la cara… y, aun así, no apartó la mirada. El asco se le mezclaba con el morbo, una contradicción ardiente que la hacía retorcerse sobre el colchón como si acabara de oler algo prohibido… y adictivo. A esos gayumbos sólo les faltaban un par de moscas sobrevolando, pensó Antonio desde fuera, riéndose para sus adentros, con el cigarro ya consumido bajo su sandalia y el siguiente entre sus labios a medio encender. Y entonces se los bajó. Su polla, gorda y veteada como un chorizo de pueblo, se agitaba con furia contenida. Oumar se había retirado a un rincón, jadeante, observando la escena con una mezcla de indiferencia y cansancio, mientras se vestía. Antonio, asomado a la puerta, veía cómo Olivia se abría de piernas, aún temblorosa, para recibir al recién llegado. No había reparos, no había dudas. Sólo necesidad. —¡Dale, Cochino, que se te enfría la salchicha! —gritó Antonio desde fuera, mientras la hilera se impacientaba. El aire se llenaba del olor a sudor, semen y tabaco, una mezcla embriagadora que tan solo los putos hombres de carretera podían engendrar. Y en el centro de todo, Olivia, la ramera de Antonio, se entregaba al siguiente semental, dispuesta a que la hicieran sentir lo ...
... que su marido ejecutivo con olor a jabón jamás había conseguido brindarle. El Cochino no se anduvo con chiquitas. Era un animal de casi cien kilos, puro músculo de carnicero y grasa de torreznos. Se dejó caer sobre Olivia con la delicadeza de un saco de patatas, haciendo que el colchón se quejara bajo el peso y que a ella se le escapara un gemido ahogado por el golpe. Su polla, gorda y tosca como una barra de fuet mal curado, se plantó sobre la cara de Olivia con un “flop” húmedo. Ni besos, ni caricias previas, ni pollas en vinagre. Directo al grano, como todo en su vida. —A ver esa boquita de puta —gruñó, su aliento apestando a tabaco rancio y cerveza barata. Ni siquiera le preguntó. Simplemente le agarró la cabeza con una mano grande y áspera, como si fuera una pelota de baloncesto, y le empujó la polla hacia la boca. Olivia, todavía en el temblor de su anterior orgasmo y el aturdimiento de la entrada del otro hombre, apenas tuvo tiempo de abrir la mandíbula antes de que el glande la golpeara, casi ahogándola. Con aquel gigante seboso que la doblaba en edad y tamaño, a horcajadas sobre su cuerpo desnudo. Antonio, desde la entrada del remolque, lo veía todo. Fumaba su cigarro con una mueca de satisfacción. —¡Ese es mi Cochino! ¡A lo bruto! ¡Sin mariconadas! —soltó a la fila que esperaba, algunos riendo, otros asintiendo con aprobación. Escuchar el chapoteo húmedo y los nuevos gemidos de Olivia, esta vez mezclados con ahogos, era música celestial para sus oídos de ...