Historia 65 - La Vida en la Granja - Relatos Eróticos

Historia 65 - La Vida en la Granja

... sonrojaba por sus argumentos, sino que sentía cómo su propia vagina se ablandaba y se humedecía ante su vívida descripción de su futura vida como hucow.

Para cuando el Dr. Reynolds entró, Bethany tenía tres agujas preparadas, cada una llena con una de las dos variaciones del suero de hucow. Dos eran para los pechos de Nina, diseñados para inflar el tejido y poner en marcha la producción de leche para crear ubres de vaca adecuadas. La otra fue directamente al torrente sanguíneo y se encargó del resto, potenciando su sistema reproductivo, fortaleciendo los músculos de la espalda para soportar cantidades masivas de carne de teta y activando ciertas áreas del cerebro para reforzar la necesidad y el deseo tanto de sexo como de maternidad.

El Dr. Reynolds sonrió y saludó a Nina, felicitándola por su decisión de unirse a la manada, luego se volvió hacia Bethany y asintió.

“Dele las inyecciones, doctora Conners;” dijo el médico que estaba en la habitación. Bethany tomó la primera jeringa y, lenta pero seguramente, la hundió hasta la base de la aguja en el seno izquierdo de Nina. Nina gimió ante la erupción momentánea de dolor y luego la sensación del frío acero hundiéndose en su pequeño pero firme pecho. Incluso cuando Bethany tomó la segunda jeringa, Nina gemía de una manera diferente mientras su primer seno comenzaba a expandirse, creciendo e inflándose como el pan que se levanta en un horno. Nina apenas notó el pinchazo de la segunda aguja mientras se concentraba en ...

... la sensación arrebatadora del rápido crecimiento de las tetas en un lado de su pecho, pero pronto comenzó a balbucear de placer cuando su segundo pecho alcanzó rápidamente al primero. Chilló mientras llegaba espontáneamente al orgasmo, luego dos veces más en rápida sucesión, desde la transformación de los pechos de una mujer joven en las ubres de una vaca lechera.

“¿Lista, Nina?” preguntó Bethany mientras la chica bajaba de la cima del placer y se daba cuenta de que era hora de la última toma.

“Claro que sí;” dijo Nina. "Hazme una hucow."

Bethany tomó la aguja más pequeña y la insertó en una vena del brazo izquierdo de Nina. La reacción fue instantánea. Nina se puso rígida en estado de shock y luego gimió de intenso placer mientras el suero se convertía en fuego en su cuerpo. Su coño, ahora oficialmente el coño de una hucow esclavizada, de repente ardió de necesidad, la humedad se escapó profusamente de sus profundidades. Los cambios fisiológicos y psicológicos estaban ocurriendo rápidamente en su cuerpo y en su mente. Y entonces ella se corrió una vez más, y su grito de placer se convirtió en un mugido bajo y profundo de una hucow.

Bethany se preguntaba por qué las vacas siempre mugían. Los diseñadores del suero dijeron que no había nada en la fórmula que hiciera que el ganado lo hiciese. Parecía ser totalmente espontáneo por parte de las chicas, reforzado una y otra vez a medida que todas y cada una de las chicas seguían haciéndolo porque las anteriores lo ...