Mamá pornoniñera - Relatos Eróticos

Mamá pornoniñera

... suelo.

Echando nuevamente a correr en otra dirección recibió otro fuerte y sonoro azote en la otra nalga que la hizo otra vez más cambiar de dirección. A los dos pasos, chocó contra otro obstáculo. Esta vez fueron sus piernas las que impactaron, provocando, ahora sí, que cayera hacia delante, sobre algo blando, ¿quizá una cama? Nada más caer bocabajo, fue a levantarse, pero una mano la sujetó con fuerza por la nuca desde atrás, impidiendo que se levantara, y empezó a recibir fuertes y sonoros azotes en sus cachetes. Era una mano que descargaba uno tras otro azotes en sus firmes nalgas, sin apenas descanso entre cada uno.

·¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!

Uno tras otro fue recibiendo fuertes nalgadas, pero su rostro apoyado fuertemente sobre una superficie blanda, la impedía que sus chillidos se oyeran nítidamente.

Pateó en el aire sin conseguir que dejaran de azotarla las cada vez más doloridas nalgas.

Con sus brazos sobre la blanda superficie hizo fuerza para levantarse, pero la cogieron las dos muñecas, retorciéndola los brazos hacia la espalda y se los sujetaron detrás.

Reanudaron los azotes en sus doloridas nalgas. Gritó, logró emitir un agudo grito, pero casi al momento la metieron algo en su boca, acallándola. También quizá una cinta o una fina cuerda ataron en un segundo sus muñecas a la espalda.

Un golpe seco en una de sus piernas y, a continuación, en la otra, se las separaron. Algo duro se apoyó apresurado en la entrada a su vagina, y, de ...

... golpe, se lo metió. Comenzó a metérselo y sacárselo, metérselo y sacárselo con fuerza, con velocidad.

·¡Dentro-fuera-dentro-fuera! ¡Mete-saca-mete-saca!

¡Era un cipote! ¡Se la estaban follando! ¡La estaban violando!

·Pero ¿quién? ¿por qué?

Se preguntó sorprendida y aterrada la mujer mientras se la tiraban.

Estaba tan aterrada que no se atrevió a poner resistencia al polvo que la estaba echando.

No sintió dolor al tener bastante mojada y dilatada la vulva. La situación vivida con el retrasado, como le había enseñado las tetas, la había quitado las bragas y perseguido para follársela, la había puesto cachonda perdida.

Ya no la sujetaban por la nuca ni los brazos en la espalda, los tenía atados. Las manos del violador la sujetaban ahora por las caderas para que no se moviera, para poder follársela a placer.

Resoplando la embestía con fuerza una y otra vez, inundando toda la habitación del sonido de las pelotas del tipo chocando reiteradamente contra la entrepierna de la mujer.

Tanto meter y sacar que en Rosa, contra de su voluntad, el terror dio paso al deseo y empezó a excitarse sexualmente, pero antes de que la mujer se corriera, se detuvo el tipo al alcanzar el clímax y, si no inundó su coño de semen fue porque debía tener puesto un fino condón. Lo hizo en silencio, para desmontarla, a continuación, y agarrándola por detrás primero por el cabello y luego por las tetas, la obligó a voltearse, colocándola ahora bocarriba sobre la cama.

Intentó Rosa ...