1. LA TARDE AQUELLA EN QUE QUEBRÓ MI HOMBRÍA


    Fecha: 15/08/2017, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... continuada y repetidamente, y terminó deslizando su lengua humidificada, una y otra vez, desde la base de mi pene hasta el glande, que, liberado del prepucio, se ofrecía en flor. Mi cuerpo, entonces, empezó a temblar de placer, igual que temblaba cuando, con quince o dieciséis años, tuve mis primeros escarceos sexuales con las chicas. Era tal el estado de excitación en el que entró mi cuerpo y tan fuerte la intensidad de aquellas sensaciones que, temiendo que no pudiera controlar la eyaculación, se lo advertí, porque no quería mancharle. Me tranquilizó diciéndome que eso no debía preocuparme y que continuara disfrutando sin importarme dónde debía eyacular porque a él no le importaba. Sus palabras hicieron que olvidara mis temores y él siguió procurándome, con absoluta delicadeza y sin pausa, todo tipo de caricias. Flotaba yo en una nebulosa de sensaciones jamás sentidas, cuando, inesperadamente, sentí que tomaba mi pene entre sus labios y, apretándolo con fuerza, lo masajeó enérgicamente de arriba abajo. Fue aquel el momento justo de la explosión: como una descarga eléctrica imposible de contener me llegó el orgasmo y, entre espasmos de placer, sin tiempo de retirarme, me derramé en su boca. No se incomodó por ello; al contrario, comenzó a emitir leves gemidos, al tiempo que seguía frotando mi pene con sus labios hasta que quedé vacío. Verdaderamente, no recuerdo haber sentido antes tanto deleite. Permanecí tumbado en el sofá mientras mi corazón recobraba el sosiego. Él ...
    ... continuó arrodillado sobre el cojín, con su cabeza reposando en mi pecho y su mano abandonada sobre mi sexo, ya casi flácido. Estábamos empapados en sudor. Me invitó a tomar una ducha y acepté agradecido. Entramos los dos en el cuarto de baño y me pidió entonces ducharse conmigo, si no me importaba. “¿Por qué había de importarme?”, le respondí, considerando que estaba obligado a ello. Él, que había permanecido todo el tiempo con el pantalón puesto, se lo desabrochó y, en un solo gesto, se desprendió de él y del calzoncillo, quedándose, por vez primera, enteramente desnudo frente a mí, y ofreciéndose a mi vista la totalidad de su cuerpo, todavía armónico, y el tamaño más que generoso, pero bien proporcionado, de sus genitales. Cuando entró en la ducha era visible su estado de excitación. Abrimos el grifo y dejamos que el agua empapara nuestras pieles y aliviara el calor de nuestros cuerpos. Las pequeñas dimensiones del cubículo favorecían el contacto piel con piel. Los roces turbadores que él buscaba contribuyeron a elevar su grado de excitación. Bajo el caudal reconfortante del agua, sentí su cuerpo temblar pegado al mío y vi brillar sus ojos de deseo. No me lo pidió, pero creí que debía devolverle algo del placer que él me había proporcionado. Tomé gel, lo puse en mi mano y masajeé con él sus testículos firmes y turgentes. Acaricié luego su pene y lo llené de espuma hasta ser su tacto suave y sedoso. Él se dejaba hacer y yo seguí jugando con aquel músculo arrebatado y carnoso ...