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Ari: Prisionero de Mi Piel V
Fecha: 03/11/2025, Categorías: Transexuales Tus Relatos Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... cubierta por mi cachetero. Sentía su mirada clavada en mí, quemándome, desnudándome más que sus manos. Y de pronto, sin apartar los ojos de los míos, comenzó a desabrocharse la camisa. Uno a uno, los botones se fueron abriendo hasta dejar al descubierto su torso firme. Tiró la prenda al suelo y enseguida bajó el cierre del pantalón. Yo tragué saliva, nerviosa, viendo cómo lo empujaba hacia abajo junto con la ropa interior. Mi mirada tembló cuando su erección apareció desnuda, dura, gruesa, grande, apuntando hacia mí con una intensidad que me hizo estremecer. Me cubrí instintivamente con las manos, avergonzada, y al mismo tiempo excitada. —Es demasiado… —susurré, temblando, ya que ese descomunal tamaño pudiera romperme. Él se acercó despacio, tomándome del mentón para obligarme a verlo. —No tengas miedo… —murmuró—. Quiero que sientas cómo te deseo. Con un movimiento firme me alzó y me llevó a la cama, tumbándome sobre las sábanas. Se inclinó sobre mí, atrapándome bajo su cuerpo, y sus manos descendieron directo a mi cintura. Tiró del borde del cachetero lentamente, bajándolo apenas unos centímetros, lo suficiente para hacerme jadear de ansiedad. Su respiración caliente chocaba contra mi cuello mientras lo deslizaba cada vez más abajo, con una calma cruel, disfrutando de cómo me retorcía entre el deseo y el miedo. Yo cerré los ojos, mordiéndome el labio, hasta que al fin el encaje cedió del todo y quedé completamente expuesta bajo su mirada. Su erección rozó ...
... mis muslos, dura, palpitante, y sentí un escalofrío recorrerme entero. Me sentía vulnerable, atrapada, pero también profundamente encendida. Esa mezcla me desgarraba por dentro, y lo único que pude hacer fue gemir su nombre. Me hundió en la cama, su peso sobre mí, su respiración enredada con la mía. Podía sentirlo, duro, palpitante, rozando mi piel desnuda como una amenaza dulce e insoportable. Yo temblaba bajo él, encogida, con las manos intentando cubrirme, pero él las sujetó con fuerza contra las sábanas. —No huyas… —susurró—. Esto es lo que quiero… lo que necesitas. Me besó con hambre, con una intensidad que me cortaba la respiración, y al mismo tiempo su cuerpo presionaba más, reclamando el mío. El roce se volvió más insistente, más claro, y mi resistencia se quebró entre jadeos. El miedo y el deseo se confundían en un mismo latido. Su miembro parecía tener vida propia, a que solito empezó a buscar mi hoyito, y su cabezota me empezó a lubricar, lo sentí entrar en mí poco a poco, como una ola que me arrasaba. Gemí, arqueando la espalda, atrapada entre el dolor dulce y el placer que me desgarraba por dentro. Empezó a penetrarme de pocos y muy suave, creo que me estaba cuidando de no hacerme daño o lastimarme ya que su pene era enorme, yo empezaba a gemir, mientras le decía que por favor no lo haga, Jordán reía mientras me iba penetrando. Sus embestidas eran firmes, profundas, cada vez más voraces, y yo no podía más que aferrarme a él, clavando mis uñas en su ...