1. Ari: Prisionero de Mi Piel XVII


    Fecha: 06/11/2025, Categorías: Transexuales Tus Relatos Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... cada vez que su madre lloraba o lo miraba con decepción, el peso de la culpa lo aplastaba. Pero cuando Jordan lo sujetaba, lo besaba y lo hacía gemir hasta el amanecer, todo ese peso desaparecía, transformado en un placer que lo encadenaba aún más.
    
    Ari (pensando mientras se acurruca en el pecho de Jordan): —Tiene solo 19… yo soy mayor, debería tener el control… pero no puedo… no quiero… me domina, y yo lo dejo…
    
    Y así, noche tras noche, Ari se hundía más en ese abismo disfrazado de amor, mientras Jordan se afianzaba como el verdadero dueño de todo: del cuerpo de Ari, de su corazón, y hasta de la casa que alguna vez fue de su madre.
    
    Con el tiempo, el dominio de Jordan sobre Ari empezó a reflejarse también en los pequeños detalles de su vida. Ari, que antes vestía en casa con pijamas grandes o ropa neutra cuando estaba su madre, comenzó a darse esa libertad en presencia de su madre. Primero fue una bata ligera, luego unos shorts de seda, después lencería delicada, baby doll.
    
    Pasaba horas frente al espejo, midiéndose, girando, preguntándose si Jordan la encontraría más atractiva así. Poco a poco, se animó a pedir por internet conjuntos completos de encaje, batas con transparencias, medias largas de liguero, todo para complacer mas a Jordan.
    
    Pero Ari no se detuvo ahí. Una tarde, después de mirarse largamente al espejo y odiar lo que veía como hombre, tomó una decisión. Empezó un tratamiento hormonal que no necesitaba ya que su cuerpo era muy femenino. Visitó a ...
    ... escondidas a un médico, compró pastillas y suplementos, y sin que su madre lo supiera, inició el proceso. Su piel se volvió más suave, sus rasgos empezaron a delicarse, y sus pequeños senos —que siempre había odiado como algo ambiguo— comenzaron a tomar forma con mayor firmeza.
    
    Cada cambio lo hacía sentirse más culpable y, al mismo tiempo, más dependiente. “Lo hago por Jordan”, se repetía. “Si me ve más femenina, nunca me dejará”.
    
    Camila, su mejor amiga, fue la primera en notarlo. Una tarde pasó a visitarlo, como de costumbre, y apenas cruzó la puerta se quedó mirando fijamente a Ari. Su rostro estaba más suave, sus movimientos más delicados, y bajo la polera ancha se adivinaba un contorno distinto.
    
    Camila (arqueando una ceja, con media sonrisa): —Ari… tú estás cambiando.
    (Ari se puso nervioso, cruzando los brazos sobre el pecho como un reflejo. Bajó la mirada.)
    Ari (temblando): —No… son cosas mías, nada más.
    
    Camila (acercándose, con voz dulce): —Siempre sospeché que eras… diferente. Pero mírame, no tienes que ocultarme nada.
    (Ari sintió que el corazón se le partía. Era la primera vez que alguien le decía esas palabras con cariño, sin juicio. Pero no podía hablar. Se limitó a sonreír débilmente y cambiar de tema.)
    
    Camila, sin embargo, no era ingenua. Conocía los rumores del barrio, había visto la moto de Jordan estacionada frente a la casa en horarios extraños, y escuchaba las murmuraciones de los vecinos. En su corazón sospechaba que ese cambio en Ari no venía ...
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