1. Confesiones de un aficionado


    Fecha: 21/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos

    ... como tenían que salir.
    
    Y allí estábamos los dos, sucios, sudorosos y saciados de sexo duro. ¿Qué íbamos a hacer en el futuro? Ni yo ni ella teníamos ninguna intención de reanudar otra relación que no fuera exclusivamente la de D/s, pero... en medio estaba Jo, la pelirrojita, y Stella por nada del mundo quería renunciar a ella. Así que decidimos dejar las cosas como estaban y aprovechar cuantas oportunidades se nos presentaran.
    
    Tras una fugaz sesión entre semana después de una prolongada abstinencia, Stella estaba decidida a hablar con Jo y contarle nuestra verdadera relación. Sabía que corría el riesgo de perderla, pero para ella valía la pena intentarlo, y en el hipotético caso de que ella compartiera algo de nuestra inclinación no le importaba lo más mínimo compartirla conmigo con tal de satisfacer su insaciable hambre de ser usada. Yo le aconsejé prudencia, y que reflexionara sobre sus verdaderos sentimientos hacia ella antes de tomar una decisión que podía dar al traste con su idilio, pero no sirvió de nada. Os parecerá extraño mi comportamiento ¿no? ¿Sabéis por qué lo hice? Porque estaba a mi vez enamorándome de esa chica. Si... esa era la verdadera razón de mis recelos. Si había alguna persona más incompatible con el SM esa era Jo, pero hubiera renunciado a todo por conseguirla; lamentablemente nunca me sentí correspondido y nunca lo intenté. Estaba convencido de que íbamos a perderla definitivamente pero nada podía hacer al respecto.
    
    Contra todo pronóstico ...
    ... Jo se mostró receptiva. No sé como pero Stella la convenció. Me llamo por teléfono entusiasmada. El próximo sábado; sí, el próximo... Jo estaría con nosotros. Respire hondo... no sabía si era mejor o peor. Mi primera reacción fue pensar que estaba muy enamorada de mi ex y por ella sería capaz de cualquier cosa pero... ¿por qué no podía ser como nosotros? ¿Acaso sentía desprecio por mí mismo y me negaba a admitir que la persona de la que estaba perdidamente enamorado fuera otro saco de vicio? Pensé en dejarlo y negarme pero... ¿era esa la solución? ¿Iba a arreglar algo? Cuando nos vimos el sábado tarde yo estaba resignado a lo que viniera.
    
    Sin apenas cruzar palabra, cosa rarísima, subimos al coche y nos dirigimos a la mazmorra. Jo parecía tranquila aunque ensimismada. Bajamos en silencio y subimos a la planta alta. Como siempre hacíamos, las sumisas tenían que quitar el polvo y asear la sala. Después se retiraron a una habitación para prepararse; yo las esperaría en el salón poniendo a punto los artefactos habituales. Convencionalmente empezábamos del mismo modo: me gustan las sumisas ataviadas con lencería blanca y sofisticada, siempre con medias blancas y ligueros, sin joyas ni abalorios. Cuando apareció Jo por poco me cae el alma a los pies: estaba preciosa con un corsé sin tirantes con sus ligueros incorporados sujetando unas medias de puntillas; unas minúsculas braguitas transparentes delataban que era pelirroja de verdad. Sus largas piernas caían rectas arrancando de ...
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