1. MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 1


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... mí, y luego ella misma respondió con una calma aterradora: "Cien serían suficientes". Me quedé helado, aterrado. Cien... eran demasiados. Pero lo que yo pensara no importaba en absoluto, y atrapado en mi mordaza, no podía articular sonido alguno, ni una plegaria, ni un ruego. Cerró la puerta de mi habitación con cuidado, haciendo clic en el pestillo. No quería que se escuchara el chasquido sordo y húmedo de la correa contra mi piel. Se acercó a mi lado, junto a la cama, y con una brusquedad que me hizo estremecer, bajó mis pantalones cortos, dejando mi culo completamente desnudo y vulnerable. Y entonces, comenzó a azotarme.
    El primer golpe fue como el latigazo de un rayo en carne viva. Un dolor agudo y seco que recorrió mi espina dorsal como una descarga eléctrica, robándome el aliento. No era solo dolor, era una humillación ardiente, la marca de su autoridad grabándose a fuego en mi piel. El segundo golpe llegó apenas un segundo después, en el mismo lugar, y el dolor se multiplicó, convirtiéndose en una quemadura pulsante. La correa no solo azotaba, parecía morder, arrancar trozos de mi dignidad con cada impacto. Para el décimo golpe, mi culo ya no era mío; era una masa de carne dolorida y en llamas. Cada azote era una ola de fuego que me hacía arquear contra mis ataduras, un golpe seco que resonaba en la habitación como una sentencia de muerte. Sentía que mi carne se abría, que cada vez que el cuero golpeaba, plantaba una semilla de dolor puro que germinaba ...
    ... instantáneamente en un arbusto de espinas. El dolor ya no era solo una sensación física, era una presencia opresiva que me ahogaba, que me llenaba los pulmones y me impedía pensar. El trigésimo golpe fue el peor de todos. Fue como si el cuero, ya impregnado de mi sufrimiento, se hubiera vuelto más pesado, más cruel. Se detuvo. El silencio que siguió fue casi tan aterrador como el sonido de la correa. Solo el eco del dolor zumbaba en mis oídos.
     La abuela Remedios se acercó a mí, me agarró por el pelo y tiró de una forma brutal. Sus guantes no cedían y la goma me provocaba un dolor terrible en el cuero cabelludo, creía de verdad que me lo iba a arrancar. Acercó su rostro al mío,  olía su aliento mezclado con el olor de la goma, y me dijo: "¿Qué te apuestas a que antes de los 50 correazos ya estás llorando?". Sin esperar respuesta, porque sabía que no podía darla, se volvió a colocar a mi lado y continuó azotándome una y otra vez, provocándome un dolor brutal en mi culo. Mi trasero parecía un volcán a punto de entrar en erupción de tantos correazos. Ella llevaba razón. Mucho antes de la mitad de los correazos prometidos, comencé a llorar. Mis lágrimas, calientes y silenciosas, se escaparon por mi rostro, mojando la funda de la almohada. "¡¡Ahora no te ríes ni te burlas de mí ¡¡.” Ahora no pareces tan chulo y engreído", me dijo con una voz llena de desprecio. "Te voy a dejar descansar un momento y luego continuaré con la otra mitad de los correazos". Aterrado, comprobé cómo se sentaba en una ...
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