1. MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 2


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X


    Aquella noche lo cambió todo. Tras el duro castigo de la abuela Remedios y la humillación que recibí, algo en mí se quebró y se volvió a ordenar de otra forma. Poco a poco, la abuela Remedios,  se fue haciendo mi dueña, y su método no fue otro que la sombra constante. La abuela ya no se separaba de mí; se había convertido en mi eco, en mi sombra alargada. Me tenía siempre controlado. La observaba en cada rincón de la casa, vigilándome con una paciencia infinita. No importaba si estaba en mi habitación, en la cocina o en el salón, sentía su peso en la atmósfera. Su presencia era una vigilancia silenciosa que me recordaba, a cada segundo, que mi libertad había desaparecido por completo. Ya no estaba solo nunca, porque ella siempre estaba allí, asegurándose de que su nueva propiedad no se descarriara.
    Noté un gran cambio en la abuela Remedios. Seguía siendo la misma vieja quisquillosa de siempre, con sus manías y su obsesión por el orden, pero ahora algo había cambiado en su esencia. Ahora desprendía una autoridad y un poder que antes no poseía, una seguridad que venía de saber que todo cuanto ordenase se debía cumplir, sí o sí. Había descubierto que tenía muchos métodos, aterradores y eficaces, para forzar mi obediencia, y esa certeza la transformó. La palabra "desobediencia" había sido borrada de su vocabulario, porque en su nuevo mundo, ese concepto simplemente no existía. Su carácter se volvió más duro, más estricto de lo que ya era, y sobre todo, emergió en ella un ...
    ... ansia casi febril por controlar cada mínimo detalle de la casa y de mí. Cualquier cosa que estuviera fuera de su lugar, cualquier gesto que no le pareciera correcto, era una afrenta personal que debía ser corregida, y yo sabía que tenía un arsenal de castigos listos para recordarme mi lugar si era necesario.
    Mi madre, temprano,  al verme, me ofreció una sonrisa débil, un gesto de rutina. "Siéntate, hijo. Toma un café, hay bollos". La invitación me sonó a burla, a una cruel ironía del destino. Mi mirada se desplazó hacia la silla vacía a mi lado. Una simple silla de madera, y para mí, un trono de espinas. Decliné la oferta con un gesto vago, una excusa sobre no tener hambre que sonó falsa hasta para mí. No podía sentarme.. Mi culo no era mío, era un campo de batalla, una masa de carne magullada y morada donde solo el roce suave del tejido de mi pantalón se convertía en una desgracia. Un recordatorio constante de mi castigo. Desde el otro lado de la mesa, la abuela Remedios, con la boca llena de masa de hojaldre, soltó una risa. No fue una carcajada fuerte, sino un sonido bajo que le salía por la nariz. Un gruñido de satisfacción. No me miró, ni necesitó hacerlo. Sabía perfectamente por qué rechazaba la silla. Su risa decía todo. 
    Mi madre dio el último sorbo a su café, un gesto que marcaba el fin de mi breve y frágil tregua. Se dispuso a marcharse, con la resignación de quien sabe que tiene un largo día de trabajo, y luego horas extras, por delante en la fábrica. La abuela se ...
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