1. MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 2


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... metió en la bolsa. Tiró papeles que no servían para nada, viejas cartas, revistas; todo lo que consideraba basura desaparecía de mi vida. Yo, en pie en la puerta, contemplaba la escena en silencio, sin atreverme a protestar, sintiéndome un extraño en mi propia habitación. Mientras llenaba la bolsa, seguía dándome instrucciones: "Vas a limpiar esta habitación. Va a estar limpia todos los días. Yo misma la revisaré cada día". Agarró la ropa mía tirada por el suelo y me la tendió como si fuera un trapo sucio. "Todo a la lavadora. No quiero volver a ver nada tirado por el suelo".
    Mientras ella seguía revisando cada rincón, mi atención se desvió. Comprobé, por primera vez, que vestía de forma diferente. Con su bata abierta y su camisón debajo, se observaban unas tiras anchas de tela de color marrón. La abuela se había puesto ligueros, unos ligueros clásicos y antiguos, de un marrón sórdido, que sujetaban unas medias de tono claro. Y bajo ellos, unas bragas de seda lisas, blancas y brillantes. Me volvió a pasar, y no sé por qué, mientras ella se movía agachándose para revisar bajo la cama, observaba su enorme culo moverse a través de los ligueros y aquellas bragas de seda. No lo entendía. Mi abuela, con su culo enorme y aterrador, sus muslos gruesos y con flacidez... y sin darme cuenta, me había excitado muchísimo. Tenía mi pene completamente recto bajo el pantalón. No llevaba ropa interior, ya que el roce me dolía horrores con mi culo tan magullado.
    La abuela se detuvo y ...
    ... vio mi erección, un bulto evidente bajo la tela del pantalón. Se acercó a mí con un tono serio y helado. "Ayer te dejé bien claro que no me gustan los cerdos pervertidos, y tú parece que no me has escuchado". Avergonzado, con el pene erecto, no sabía dónde mirar mientras ella estaba frente a mí con su rostro severo. De repente, sentí su guante de goma introduciéndose por la cintura de mi pantalón por detrás. Pensé que la pervertida de la abuela quería tocarme el culo, pero no era así. Lo que hizo fue mucho peor. Agarró mis testículos desde atrás, entre mis nalgas, y los apretó con fuerza, retorciéndolos. El dolor fue instantáneo, cegador. Solté un grito de dolor, un "¡Auuuuuuuuu!", mientras me retorcía con los huevos estrujados en su puño enguantado. Sin aflojar la presión, volvió a hablarme: "Esta es la última vez que te lo repito. No quiero ver una sola erección de tu pene. Sino, tendré que hacértelo entender de otra manera, por ejemplo, masturbándote con mi guante a diario hasta que no quede nada dentro de ti de excitación. Te aseguro que no te apetecerá ni mirar a una mujer después de que te hayan masturbado 10 veces, dejándote sin una sola gota". Recordé el dolor de su guante de goma masturbándome de aquella manera que me provocaba dolor  y cómo todavía tenía escocido mi pene. Bajé la cabeza y balbuceé que lo había entendido. Ella apretó más mis testículos, y volví a gritar de dolor, sujeto por mis huevos en su mano cerrada. "Contéstame si 'Señora Remedios de ahora en ...
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