1. MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 2


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... fuera a rematar su sentencia, le dijo a la dependienta de nuevo, rectificando: "Mejor ponme dos, que sean grandes, que voy a preparar una buena cazuela". Aterrado, cargaba con las bolsas, sintiendo el peso de aquellas dos grandes hortalizas en forma de pelota a través del plástico, sin saber qué tramaba la abuela Remedios mientras continuábamos las compras en los siguientes puestos.
    
    Lo que podría parecer una simple broma sobre una verdura, para mí era el prólogo de una pesadilla. No era algo de lo que tomarse a burla; era una declaración de guerra. Y la abuela Remedios empezó a cumplir su amenaza con una meticulosidad aterradora. Se quitó la ropa de calle y volvió a vestirse con su camisón y su bata, el uniforme de su poder, y comenzó a preparar una enorme cazuela de coliflor con caldo y más verduras y hortalizas, un festín de mi humillación.
    Me ordenó colocarme de rodillas en la cocina, en un rincón junto a la pared. "No quiero que te muevas de aquí y no quiero escuchar una sola palabra", sentenció. Bajó mis pantalones, dejándome más humillado que nunca, de rodillas, de cara a la pared y con el culo magullado al descubierto, como un animalito arrepentido. Ella se movía ágilmente por la cocina, preparando la comida y al mismo tiempo ordenando cosas por la casa, y yo no me atrevía ni a respirar fuerte. Ella Incluso cantaba una melodía de un lado a otro, estaba contenta, feliz. Aquel poder y aquella autoridad absoluta la hacían feliz, y estaba disfrutando de cada ...
    ... segundo.
    Aquellos guisos tardaban horas en cocinarse a conciencia. Yo seguía en el rincón, y el dolor en mis rodillas era ya una aguda punzada. En algún descuido en que intentaba relajar mi espalda, encorvada por la postura forzada, ella se acercó a mí como una sombra y me recriminó con voz helada: "Colócate adecuadamente, mirando al rincón. Si tengo que repetírtelo, te lo diré de otra forma que no te va a gustar". Rápidamente enderecé mi espalda y aguanté el dolor de las rodillas con lágrimas silenciosas. A aquel guiso todavía le quedaba una hora, por lo menos, y el olor ya era insoportable. Ese olor denso y húmedo a coliflor cocida se metía en mis narices, en mi ropa, en mi piel. Detestaba aquel olor. Y la abuela seguía tarareando por la casa, feliz.
    Llevaba ya horas arrodillado cuando una necesidad urgente e incontrolable me golpeó. Necesitaba ir al baño. O iba, o me lo hacía allí mismo. No aguantaba más. Estaba a punto de levantarme para ir corriendo al baño, dispuesto a arriesgarlo todo, cuando la abuela Remedios me detuvo. Se plantó a mi lado, un gigante con su bata. "¿Y a dónde crees que vas?", preguntó. Con la voz quebrada por la vergüenza y la desesperación, le dije que no me aguantaba más, que se me orinaba encima.
    Se rio. Una risa baja y cruel que me heló la sangre. "No te preocupes, eso tiene solución", dijo, y desapareció un instante para regresar con un pañal de adulto en su mano enguantada. Mientras continuaba de rodillas, de cara a la pared, comenzó a colocármelo en ...
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