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MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 2
Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... me ordenaba y decía qué hacer y cuándo hacerlo. Debía obedecerla sin rechistar, y poco a poco fue invadiendo más mi intimidad y privándome de libertad. Aquella tarde, me ordenó que fuera a ducharme. "Hueles mal", me dijo con una voz que no admitía réplica. La verdad es que yo no me olía mal, pero si ella lo decía, tenía que hacerlo de inmediato. Me estaba duchando cuando entró en el baño la abuela Remedios, enfundándose los guantes de goma en sus brazos. Sentí una vergüenza ardiente y traté de taparme el cuerpo, aunque ya lo había visto. Ella apartó la cortina de la ducha y me dijo con una voz fría y autoritaria: "Colócate mirando a la pared. Voy a inspeccionar tu agujero, tu ano". Completamente avergonzado, me di la vuelta y obedecí. Me ordenó apoyar las manos en la pared con las piernas bien abiertas. Note cómo el dedo de su guante tocaba mi año y comenzó a introducirlo dentro. Sentí una gran humillación, y en poco tiempo, la humillación se convirtió en dolor. La presión de su dedo entrando me provocaba un dolor agudo que a ella no le importaba en absoluto. "Cállate, no quiero oír ni una palabra ni queja", me espetó. Sacó el dedo y volvió a introducirlo de nuevo, provocándome aún más dolor. Como si fuera una doctora anal. Murmuró para sí misma: "Este agujero está muy cerrado, hay que abrirlo por completo". Comenzó a sacar y meter el dedo una y otra vez dentro de mi culo. El dolor era fuerte, y ella no era delicada. Sus guantes, aunque mojados por el agua de la ducha, no ...
... resbalaban especialmente, y cada movimiento era una agonía. Me ordenó colocarme en cuclillas, y avergonzado, lo hice. Siguió metiendo y sacando su dedo dentro de mí, una y otra vez. Y, como si fuera una maldición, mi pene se puso completamente recto. Cada vez que me humillaba y castigaba, irremediablemente mi cuerpo respondía de esa manera. Debía empezar a admitir que, de alguna forma retorcida, me gustaba el trato que me provocaba la abuela Remedios. A ella no le gustaban mis erecciones; ya lo había dejado claro en más de una ocasión, y esta no fue menos. "Ya te dije lo que haría si veía una erección", me recordó con una voz helada. Sin decir más, comenzó a masturbarme con su guante de goma de forma rápida. Odiaba la forma en que lo hacía; era dolorosa. Su guante raspaba la piel de mi pene, provocándome un gran dolor. "¡Ayyy! ¡Ayyy!", me quejaba, pero ella me tapó la boca desde atrás. Su guante parecía una ventosa apretada a mi boca, y continuaba masturbándome mientras permanecía en silencio, sin poder quejarme. Llegó un momento en que comencé a eyacular de una forma imparable, mientras ella continuaba con la misma velocidad. No se detuvo hasta que me dejó completamente seco y vacío por dentro. Así controlaba que no fuera un pervertido; ahora no me excitaba por nada, y además, mi pene me ardía. Estaba rojo por el tacto de su guante, que me había provocado un gran dolor. Se me escapó alguna lágrima del daño que hacía su guante al masturbarme, pero he de reconocer que su método ...