1. La historia de Ana (Capítulo 1)


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... noche. El pelado tocó el timbre, y enseguida fue atendido por una voz femenina. Inmediatamente después del intercambio de palabras, me llamaron al intercomunicador. “Gabriel, le abrís por favor al muchacho que está en la puerta”. Era Ana. Quedé petrificado un instante, hasta que ella repitió varias veces mi nombre y reaccioné. “Si Ana, ya le abro”.
    
    Le abrí la puerta, a cara de perro. El pelado entró con una sonrisa sobradora (o eso me pareció a mí)
    
    Me dije a mí mismo que no podía ser, que no podía estar pasando lo que estaba pasando. Seguramente se trataba de un amigo. Alguien que vino a consolarla. No podía ser que por una pelea con su novio se había llevado un chongo para saciarla. Me rehusaba a pensar en ello. Seguramente al día siguiente volvería con Andrés, como lo hacía siempre; no había terminado con él, solo fue una pelea como muchas otras, la Ana que yo conocía (la que yo idealicé) no traicionaría a su novio. No se comportaría como una puta.
    
    Pero a pesar de que me lo repetía una y otra vez; mientras daba vueltas por el hall, como un loco, no podía sacarme de la cabeza la idea de que ese pelado fanfarrón le estaba haciendo todo lo que yo deseaba hacerle. Por alguna absurda razón me sentía yo mismo traicionado, como si yo fuese el cornudo, cuya novia, ante la primera excusa, se iba a encamar con otro.
    
    No soportaba más. Mientras pasaban los minutos se hacía más fuerte la teoría de la infidelidad. Pensé en una idea de locos, que deseché enseguida. Pero luego ...
    ... de dar más vueltas de aquí para allá, ya no pensé, y actué, después de todo, por más demencial que pareciera lo que estaba planeando, no iba a estar tranquilo si no lo ponía en práctica.
    
    Así que, contra el reglamento, y contra toda lógica, dejé mi puesto solo, y subí por escaleras, lentamente, sin hacer ruido, hasta llegar al piso donde vivía Ana. Entonces me acerqué a su puerta, para intentar escuchar lo que sucedía adentro. Al principio solo hubo silencio, cosa que no me tranquilizó, ya que, si fuese un amigo, deberían estar conversando. Pero luego escuché una risa femenina, pero no era cualquier risa, era una risa histérica, una risa orgásmica. Y enseguida llegaron los gemidos.
    
    No me podía apartar de la puerta. Los gemidos de Ana me causaban tanto horror como fascinación. Por un lado, me hacían bajar a la tierra; por primera vez me daba cuenta de que Ana no era el ser inmaculado que yo había imaginado, era una mujer como muchas otras, que sentía debilidad por la pija. Por otro lado, me di cuenta que, a pesar de mis celos, me daba cierto morbo oír como se la cogían otros.
    
    Me quedé hasta escucharla acabar. Largó un grito que podrían oír sus vecinos. Volví a mi puesto con una potente erección.
    
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    Pensé mucho en ello. Estaba decepcionado, o más bien, desilusionado. Pero, de a poco, mi primera reacción, la machista, la que la consideraba una ligerita, una fácil, fue reemplazada por un razonamiento que me llevó, inevitablemente, a pensar que ella estaba en todo su ...
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