Mi mujer, el culo de mi suegra y el mío
Fecha: 23/09/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Werther el Viej, Fuente: CuentoRelatos
... especialmente, iba ensalivando el ojete de su hija, quien también alcanzaba en ocasiones el de su madre.
Resultaba un espectáculo tremendamente excitante, magníficamente obsceno, maravillosamente pornográfico. Lo malos es que yo acababa de correrme y me hallaba en un profundo periodo refractario. Mentalmente estaba muy caliente, pero mi polla apenas se enteraba.
Así que decidí dar tiempo al tiempo. Me largué al cuarto de baño. Oriné. Me lavé la verga en el lavabo, Comprobé con el manoseo que había síntomas de pronta resurrección de la carne. Y, esperanzado, me fui a la sala de estar para tomarme un whisky mientras aguardaba esa resurrección.
Hasta allí se escuchaba el alboroto sonoro y las obscenidades con las que se estimulaban mi mujer y mi suegra. Desde luego, ya conocía, y me gustaba, la lujuria de Helena, pero me sorprendía, me parecía increíble, la cachondez de mi suegra. Lo más asombroso era su adicción al sexo anal, lo que nos abría posibilidades que, naturalmente, no íbamos a desaprovechar.
Sentado en una butaca, quitándome, con un buen whisky, el gustillo del semen tragado con el beso de Pilar y pensando en el pedazo de culo de mi suegra, comencé a sentirme rijoso. Recordé mi gozada de la tarde, corriéndome dentro de ese pandero y sentí que se me despertaba la libido. Me dije que sodomizar a Pilar era una fiesta que, en adelante, iba a celebrarla ciento de veces. Y me puse a acariciarme voluptuosamente la polla que ya se me estaba recuperando.
Me ...
... serví otro whisky, mientras del dormitorio me seguía llegando la algarabía que provocaban Pilar y Helena con su juerga sáfica. Gemían, gritaban, blasfemaban, se insultaban. Me las imaginé disfrutando libidinosamente de sus cuerpos. Me las figuraba besándose con pasión, sobándose las tetas, lamiéndose los coños, masturbándose los clítoris, trabajándose los culos, haciendo las tijeras, o el columpio o cualquier otra práctica excitante.
Pensando en ese probable panorama, sentí que volvía mi lujuria y que comenzaba a empinárseme el cipote. Visto lo cual, me terminé el whisky y regresé al dormitorio.
En la habitación me encontré a mi mujer tumbada de espaldas en la cama, con el pubis levantado por una almohada bajo las nalgas. Mientras ella se estaba masturbando clitorianamente, su “mamá” le iba follando el culo con un consolador que era una polla larga, gorda y negra.
‒¡Disfruta, nena! ¡Disfruta de tu culete, cariño! ‒la estimulaba Pilar, que parecía muy enardecida sodomizándola‒. ¡Mi “negrito” te va matar de gusto, putarrona!
‒¡Ooooh, sí! ¡Ooooh, sí! ¡Oooooh, síííí! ‒iba aprobando Helena, con un jadeo hondo, rítmico y creciente.
Ver a mi mujer y a su madre, en pleno jolgorio lésbico, gozando lascivamente, me excitó a tope. Se me puso la verga sólida y agresiva y sentí la necesidad ineludible de participar en esa fiesta sexual.
Así que me subí a la cama de un salto y, más o menos en posición del misionero, envainé toda mi polla dentro del coño empapado de Helena. De ...