1. 53.4 El señor Cheng-Gong


    Fecha: 07/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos

    ... nuestras vidas.
    
    Nos dejó y sentí que cada vez le veía más próximo, nuestro amor hacia Gonzalo eran diferentes, pero aunque hubiera sido igual no hubiera importando.
    
    Pasé mi brazo por la cintura de Gonzalo y metí mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón acariciando ligeramente su redonda nalga.
    
    -¿Estará Borja viviendo siempre con nosotros? -Gonzalo se encogió de hombros.
    
    -Depende, lo sabremos cuando se case con Blanca si eso llega en algún momento. Esta muy bien con nosotros y todos queremos que siga así, pero es libre como todos. –estaba claro que los abuelos y él, y yo también, deseábamos que todo permaneciera como está.
    
    -¿Y sus padre y hermanos?, ¿no los extraña?
    
    -Imagino que si, va algunas veces a España y evita que yo tenga que ir. Su padre se ha jubilado, ya no hay razón para la portería en la casa con los nuevos servicios de seguridad, les ha comprado una casa y se ocupa de ellos y de la situación de sus hermanos, hace todo lo que puede por todos.
    
    Sinceramente creía que así era y su vida estaba al lado de los abuelos y de Gonzalo que también eran su familia, o así se veían todos.
    
    Wes había almacenado todo el equipaje en mi habitación, no cabría en el coche.
    
    No quise cenar nada y los acompañé comiendo unas frutas, cerezas del Jerte, españolas, suaves de piel y dulcísimas de sabor, me puse rojo al meter una en mi boca, y parecerme recordar en ella la tersura y forma del glande de la polla de Gonzalo. Mi enfermedad iba aumentando, no ...
    ... cabía duda de esto.
    
    Se lo conté entre risas a Gonzalo cuando nos metíamos en la cama.
    
    Antes, mientras estábamos en uno de los salones viendo la televisión, y comentando la composición de los nuevos Consistorios en los ayuntamientos más importantes de España, no podía evitar sonreír a veces con el grato recuerdo de comparar a una fruta con su glande.
    
    Me apretujó montándose sobre mí espalda, me sujetó las manos sobre mi cabeza y se sentaba en mi trasero, yo lo subía para tirarle y él me mordía la oreja domándome.
    
    -O sea que mi polla te parece una cereza, pues ahora la vas a probar. –no podía contener mi risa, estaba encantado de sentirme prisionero bajo él y su lengua buscaba mi oculta boca sobre la almohada.
    
    -La vas a comer hasta que le saques el jugo. –pero se cansó de jugar o necesitaba hacer otra cosa, sostuvo mis manos con solo una de él, yo no me oponía a lo que el decidiera, solo reía encantado porque él lo hacía en serio creyendo que yo luchaba.
    
    Subió mi chaqueta dejando al aire mi espalda y comenzó a pasar su barba por ella, besando mis paletillas y mis vértebras una a una, me hacía cosquillas que despertaban más mi hilaridad.
    
    Se dio cuenta de mi pasividad y soltó mis manos, ahora pasaba las suyas masajeando mis costillas y por los costados hasta llega a mis caderas, y hacía que quisiera dormir pero a la vez me excitaba en deseos de que llegara a más.
    
    Se escurrió de mi culo para sentarse sobre mis piernas y bajo mi pantalón de pijama, masajeó mis ...
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