1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... su asa en cinta de lona larga para poder colgarla en bandolera. Y a su lado una figura de hombre nadando con todo vigor, empujando la balsa hacia la orilla. A juzgar por el uniforme transportado en la balsa el hombre debía nadar desnudo pero conservando una prenda encima, un gorro gris de lana en la cabeza… ¡El pues! Como impulsada por un resorte Stella Antonovna se puso en pie y se lanzó a la carrera rumbo a la orilla del Donetz, pero cuando por fin la alcanzó fue para arrojarse al suelo llorando de pura rabia, de puro despecho por haber llegado tarde, cuando el odiado enemigo ya se perdía, desnudo aún y con lo que la balsa transportaba en los brazos, entre la floresta y las casas de la orilla alemana del río fuera del alcance de su Moisin Nagan. Allí quedó Stella Antonovna llorando y pataleando al tiempo que con los puños golpeaba desesperada la arena de la orilla fluvial. Al rato se irguió cuan alta era y, sin dejar de llorar, elevó un puño amenazante hacia la otra orilla, la orilla alemana asegurando
    
    ·¡Te mataré Diablo! ¡Te mataré cueste lo que cueste! ¡Te mataré porque soy mejor que tú! ¡Te mataré y te arrebataré tu maldito gorro, te lo juro! ¡Y me lo pondré siempre que vaya a la caza de los tuyos, maldito asesino!
    
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    Los días fueron pasando desde aquella noche sin grandes novedades: Alguna que otra muerte acaecida a ambos lados del río por disparos aislados que invariablemente hacían blanco en mitad de la frente de la víctima, alguna que ...
    ... otra incursión en campo adversario lanzadas desde las dos orillas enfrentadas del mismo río que causaban algunos muertos… En fin, nada fuera de lo normal, a no ser que Stella Antonovna a partir de la noche de marras había abandonado el albergue que las chicas ocupaban en los búnquers del atrincheramiento para instalarse “sine-díe” en la aldea desde donde cada noche se desplazaba a la orilla del Donetz vigilando el lado alemán allende el río y esperándole a “él”
    
    Así llegó una noche en la que a Stella le latió deprisa, muy deprisa, el corazón hasta notar los latidos en su frente, sus sienes…hasta en las encías, pues ante ella, al otro lado del río y casi, casi, que en la misma orilla estaban apostados ellos; ella había tomado posición en la isla-península donde estaba cuando por vez se vieron ambos, pero ahora con el Moisin Nagan que perfectamente podía alcanzar el lugar donde acababa de divisar al maldito hombre del Gorro Gris junto a otro alemán que hasta entonces nunca viera. Ese otro fascista no era de pelo más bien oscuro, como el del “Diablo”, sino amarillo como el oro recién acuñado, como el trigo cuando está punto de sazonar; por lo demás, a Stella le pareció muy semejante a su enemigo íntimo, casi lo mismo de fornido y corpulento, de espaldas casi tan amplias como las de “él”.
    
    Y es que, efectivamente, aquella noche estaban allí los sargentos Peter Hesslich y Uwe Dallmann, en la misma linde que separa el trecho cubierto de hierba, hojarasca, matorral y árboles de ...
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