1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... alcanzó a enterarse de la algarabía que formó la camarada hija del Baikal cuando presa de un ataque de nervios irrumpió en el búnker de mando de la compañía llorando a lágrima viva mientras clamaba sin cesar
    
    ·¡Es él! ¡Le he visto! ¡He visto su horrible gorro!...
    
    Como era fácil barruntar la furia, la rabia, en absoluto contenida de la capitán Soia Valentinovna estalló como era costumbre, haciendo casi temblar de puro desasosiego a las camaradas fusileras de la Compañía. Y si se añade que al momento la “Jefa” despachó numerosas patrullas de reconocimiento será fácil imaginar la barahúnda que se formó en el campo de la Compañía de fusileras.
    
    Mientras la mayoría de las pesquisas se dirigían hacia donde Olga Borisovna y su infortunada compañera fueran atacadas, Stella Antonovna prefirió dirigirse hacia otra área del sector casi opuesto, la aldea y la orilla oriental del Donetz. Su natural intuición de “cazadora de hombres” nata le decía que “él” habría tratado de alejarse de su último “escenario” lo más posible y en dirección contraria además, por lo que con la mayor celeridad que pudo se trasladó a la aldea. Allí encontró a dos de las vigías o escuchas asesinadas, no de disparos sino con el boquete un machete en la garganta; silenciosamente muertas y todavía calientes las dos… Trágica señal de no haberse equivocado. Buscó a la tercera escucha y la encontró en su pozo de observación, despierta y observante cual era su deber, pero que también sufrió un tembloroso ...
    ... escalofrío cuando supo la suerte corrida por sus compañeras… ¡Qué cerca le anduvo la “Dama Negra” aquella noche!...
    
    Desde ese momento Stella tomó las necesarias precauciones. Saltando de sitio en sitio, al amparo de la protección de los edificios de la aldea fue saliendo de ésta para salir a la zona abierta que cundía entre la aldea y la orilla, convencida de que el “Demonio del Gorro Gris” andaba por allí, acechando a la espera de cobrarse nuevas presas cual el animal depredador que era…y que, también, ella misma era. Al salir a la espesura de la alfombra de yerba verde y crecida en varias decenas de centímetros, dos-tres por lo menos, y tachonada de floresta, arbustos de no exigua altura y árboles, (abedules, sauces y alisos) creciendo acá y allá, Stella se lanzó de cabeza al suelo para adentrarse en tal terreno reptando, con el fusil Moisin Nagan sostenido sobre los brazos y valiéndose de codos y rodillas, amén del empuje de los pies firmemente afincados en el suelo, para avanzar. Tras cubrir un escaso centenar de metros, Stella alzó la cabeza para otear el horizonte a su vista y le pareció distinguir algo en el río; se irguió lo suficiente para sentarse y requerir los prismáticos que iluminaban el objetivo centrado con IR, y a su luz verdosa identificó una balsa neumática que perezosa avanzaba hacia la orilla alemana a poca distancia ya de la misma. Sobre la balsa divisó el uniforme alemán de su poseedor, el mosquetón Máuser K 98K más una bolsa de esas llamadas de costado, con ...
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