Riberas del Donetz
Fecha: 06/01/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... la parte misma de la orilla del río, playa arenosa abierta a uno de los numerosos remansos que aquí y allá forman los tranquilos meandros que traza el Donetz tan pronto como abandona la agreste zona de su nacimiento pocos kilómetros más allá de sus fuentes, un centenar escaso. Era casi el mismo sitio donde esa misma mañana aparecieran dos soldados de ingenieros abatidos por sendos disparos en casi el centro de sus frentes. Uwe Dallmann casi se había mostrado contento cuando su amigo Hesslich le propuso apostarse los dos aquella noche en ese lugar.
·Hombre, por una vez tuviste una excelente idea. Esta noche allí tendremos calma total.Hastapodremosechar alguna cabezadita…
·O tal vez no….
·¿Estás loco o vas de broma? ¿Desde cuándo se repite un ataque en el mismo sitio? Calma chicha es lo que habrá allí esta noche…
De todas formas, ambos hombres se tendieron boca abajo sobre la verde alfombra herbácea allá donde ésta iba a morir a la mayor gloria de la playita arenosa que a partir de ahí mismo se extendía hasta la misma orilla del río. Pasaba el tiempo y por allí no ocurría nada, como tampoco se observaba movimiento alguno en el lado soviético.
·¿Quién tiene razón, eh? En mis tripas hay más ruido y más movimiento que ahí enfrente.
Hesslich no respondió y Dallmann se rebuscó en los bolsillos hasta sacar una tableta de chocolate
·¿Quieres Peter?
·No. Y cállate; estate quieto aunque sólo sea un momento
Dallmann rio ruidosamente, cortó un buen trozo y se ...
... lo lanzó a Hesslich mientras decía
·¡Hale Hopp!
Para mejor lanzar el chocolate, Uwe Dallmann se incorporó un poco y por un segundo escaso su cabeza emergió del suelo. El disparo resonó como un trallazo en la noche; el trozo de chocolate cayó al suelo, junto a Hesslich y Uwe Dallmann se irguió casi por completo, giró en el aire sobre sí mismo y rodó al suelo donde quedó tendido boca arriba. La risa se le quebró en los labios y quedó allí quieto, muy quieto, formando una figura ridícula por lo retorcida; en la frente, el típico agujerito del que empezó a manar un leve, finísimo, hilillo sanguinolento. El sargento Uwe Dallmann, casi el único amigo que Peter Hesslich poseyera en tierra rusa, acababa de morir de un disparo, disparo que sólo una persona había podido realizar, la hembra diabólica, la “Hija del Diablo”. Durante el segundo en que caían al suelo chocolate y Uwe Dallmann, Peter Hesslich quedó paralizado, como anonadado, pero al momento estalló en un ataque de furia, de rabia homicida; de odio mortal hacia aquella hija del Averno. Una furia, un odio que ni siquiera sabía él que pudiera existir en su interior; que pudiera desarrollarse en su yo íntimo, pues era como si un fuego infinito le devorara el alma. Sí, cierto, en su interior se gestó en un segundo un instinto homicida que nunca antes conociera. Un instinto que ya no era otra cosa que de verdadero asesino, un rasgo que él desde siempre había despreciado y hasta odiado. Empezó a disparar sobre el punto del que ...