1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... fuere, la vida se aferraría siempre a la Vida, sobreviviendo a todo, por horrendo que ese todo pudiera ser y pasó de largo, dejando que la pareja siguiera con lo suyo. Y, quién podría saberlo, tal vez forjando Vida en medio de tanta Muerte….
    
    Algún centenar de metros más allá de donde la pareja apasionadamente retozaba, Peter Hesslich se dejó caer sobre la acogedora, por alta, hierba, baca arriba y con la vista prendida en un firmamento que la caída de la tarde hacía menos luminoso en ominoso presagio de la ya cercana noche finiquitadora del huyente día. El recuerdo del soldado tallista trajo a su memoria la natal aldea y el tiempo antiguo, cuando Hesslich era ingeniero de montes y entusiasta guardamontes. Su memoria rememoró la visión de los corzos recortándose entre la neblina de los amaneceres para luego galopar a través de toda la espesura forestal; los zorros olisqueando en la hierba tras el rastro de conejos, liebres o perdices; los buitres planeando majestuosos con las alas abiertas en toda su envergadura trazando círculos en el cielo a la búsqueda de posibles objetivos o las cornejas aseándose en lo alto de cualquier piedra… Si en aquellos entonces le dijeran que un día estaría agazapado a la espera de un blanco humano, que un día sería cazador de hombres y los iría abatiendo uno a uno sin experimentar emoción alguna, al instante hubiera dicho que esa persona estaba loca de remate, pues le hubiera sido imposible identificarse con tal ser, ni por el bien de Alemania ...
    ... siquiera… Pero ahora, ¿qué? Allí estaba, sí, agazapado como un lobo, como cualquier fiera depredadora acechando una presa cualquiera… No, una “presa” cualquiera no, pues él no era un animal salvaje, irracional, que sólo podía actuar por instinto; no, él era un ser humano, un ser que se supone pensante, que puede actuar a su libre albedrío, a su voluntad libérrima, sin someterse a ningún instinto impuesto por ley natural de supervivencia alguna, sino que podía elegir entre unas cosas y otras, entre el bien y el mal. Y claro, como animal depredador pensante, humano, su presa estaba claramente seleccionada, una joven fusilera rubia de inmensos ojos negros y atractivos hoyuelos en sus mejillas; una mujer joven, lozana y, desde luego, hermosa hasta poder parecer inmensamente bella, pero en la que todo era engañoso pues esos bellísimos ojos fijaban en el retículo del visor de infrarrojos de su arma un objetivo humano, una frente humana, y unos dedos que debían ser bellísimos y a veces incluso acariciadores, no dudaban en curvarse en torno al gatillo del arma y disparar sobre esa frente horadándola; sin inmutarse, sin importarle lo más mínimo tronzar una vida humana que no pocas veces estaría en plena floración. Y él, igual que ella, acababa de tronzar también una buena cantidad de vidas humanas en la flor de su existencia sin remorderle por ello la conciencia, sin importarle en lo más mínimo….
    
    Con aquellos pensamientos se fue durmiendo poco a poco en un sueño que apenas si podía ...