Riberas del Donetz
Fecha: 06/01/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... mismo arma y la misma mano, lo que indicaba que entre aquellas diabólicas hembras, al menos una era un verdadero “As” en la modalidad de tiro al “guripa” adormilado, a la que pronto se conoció como “Draculea”, “La Hija del Diablo”
Un par de noches después de la llegada de Peter Hesslich y Uwe Dallmann, las “Alegres Chicas de Colsada” de la otra orilla del río hicieron una visita de cortesía a la orilla alemana, dejando tras de sí su acostumbrada “Tarjeta de Visita” en la forma de tres hombres con la frente taladrada en su centro. Días más tarde fue el sargento Hesslich quien, a su vez, visitó la zona soviética, con el saldo de una fusilera, Schana Ilianovna, con un hombro agujereado. Cuando la joven fusilera fue encontrada explicó que el agresor fascista, en vez de casco o gorra reglamentaria, cubría la cabeza con un insólito gorro de punto gris, por lo que dicho agresor fue conocido en la Compañía Baida como el “Demonio o Diablo del Gorro Gris”
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Unas noches más tarde Peter Hesslich cruzó el Donetz en una balsa neumática que dejo amarrada en la orilla soviética al amparo de unos arbustos que caían sobre el agua, terminada de enmascarar con más ramaje y nuevos arbustos. Se internó en el campo de la Compañía Baida dejando atrás la aldea destruida y en parte calcinada que se encontraba entre la orilla y las posiciones atrincheradas donde las mujeres por lo común se alojaban, aldea en la que las chicas cultivaban huertos y mantenían ...
... gallinas, ovejas y cerdos. Estuvo allí tres días con sus tres noches, infiltrándose tras las líneas atrincheradas pero también merodeando por la aldea y el campo de nadie de esa orilla del Donetz, es decir, el trecho de tierra que mediaba entre la ribera del río y las líneas del atrincheramiento con los búnquers del mando de la Compañía, la enfermería y alojamiento de la capitán médico, Galina Ruslanovna, el alojamiento de la capitán jefe, Soia Valentinovna Baida, compartido con su amante y segundo en el mando, el teniente Víctor Ivánovich Ugarov, del Comisario Político de la Compañía y los alojamientos de las muchachas. Cuando la negrura de la segunda noche cedía ante la naciente claridad del nuevo día, el teniente Ugarov andaba de acá para allá jurando hasta en arameo; la Baida, roja de furia, daba órdenes sin cesar mandando patrullas a diestro y siniestro que escudriñaran todo el sector hasta debajo de las piedras al tiempo que preguntaba a gritos por Stella Antonovna. Y es que ante ella estaban los cadáveres de nueve de sus muchachas con un feo agujero en mitad de la frente y para ella era inconcebible que un alemán, un maldito invasor fascista, anduviera por sus dominios como “Perico por su casa”, impunemente, sin control de clase alguna.
Por fin fue Lida Ilianovna quien respondió a sus inquisiciones sobre Stella Antonovna, mientras bebía una casi taza de té frío con limón recostada contra la pared del bunker de mando, sentada en el suelo, casi desmadejada por el ...