Riberas del Donetz
Fecha: 06/01/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... cansancio de tres noches y dos días de infructuoso patrullar en busca del “fantasma fascista” del gorro gris.
·Está por ahí afuera, por la estepa, por la aldea… ¡Por todas partes!... ¡Y sin un minuto de descanso!...
El cansancio parecía pesarle quintales encima, de manera que la mantenía prácticamente extenuada, sin fuerzas ya para nada. Si el diablo alemán del gorro gris no las mataba de un disparo, lo haría el cansancio a que las sometía la búsqueda del maldito alemán, que parecía esfumarse en el aire para reaparecer cuando y donde menos se le podía esperar, dejando tras de sí el cadáver de una nueva camarada
·Ni habla nada, ni es posible sacarle una palabra… Está centrada en la caza de ese maldito alemán y se comporta como una fiera, como una tigresa…
Con las claras del tercer día apareció en lontananza la no tan airosa figura de un vetusto avión soviético de reconocimiento, biplano aún y lento cual tortuga, un Polikarpov Po-2. Más de tres horas estuvo el aparato sobrevolando toda aquella zona soviética, escudriñando hasta el último rincón, el último recoveco o la última anfractuosidad del terreno sin descubrir nada. Y lo mismo pasó con las patrullas de tres chicas al menos que la capitana Baida envió a peinar a fondo todo el sector, piedra por piedra, árbol por árbol, matojo o arbusto por matojo, por arbusto… Pero al final, nada de nada; ni rastro del “Demonio del Gorro Gris”, como si la tierra se lo hubiera tragado. O, mejor, como si ya no estuviera por allí, ...
... como si, por finales, la noche anterior acabara su macabra ronda repasando el Donetz de regreso a su campo. Esto era lo que todo el mundo, la capitán Soia Valentinovna Baida y el teniente Víctor Ivánovich Ugarov incluidos, acabó por admitir, con lo que, cuando la tarde más bien declinaba, la búsqueda se suspendió.
Sí, cuando la tarde de aquel tercer día de incursión del “Demonio del Gorro Gris” se abocaba a su término todo el mundo en la Compañía Baida estaba convencido de que el incursor regresó esa madrugada a su guarida, todo el mundo menos Stella Antonovna que, por el contrario, estaba convencida de que el letal alemán todavía estaba allí, entre ellas; escondido, agazapado…y al acecho de nuevas víctimas… Pero ella, Stella Antonovna, estaría también allí, alerta y esperándole para acabar con su carrera de asesino a distancia, asesino en la sombra…
Y a decir verdad que tanto Stella Antonovna como quién aventurara aquello de que la tierra se había tragado al sargento Peter Hesslich estaban en lo cierto, porque el odiado alemán estaba allí, entre ellas; allí desde que al ir clareando el día el campo se fuera poblando de patrullas de tres o cuatro chicas peinando el terreno palmo a palmo, piedra a piedra, árbol a árbol y arbusto por arbusto, embutido en el angosto embudo creado por el estallido de una granada y cubierto por un gran arbusto y hojarasca a granel. Fueron varias las veces que a través del día las patrullas de fusileras pasaron junto a su escondite. Hesslich ...