1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... las escuchó hablar, reír, canturrear… El corazón casi se le paraba en tales circunstancias de tremenda tensión y su respiración bajaba el ritmo hasta hacerse imperceptible para él mismo…
    
    Pero llegó el anochecer y en poco la obscuridad se adueñó del entorno. Y con la oscuridad se reinició la feroz caza del hombre, aunque más exacto sería decir de la mujer. Iban ya “cazadas” otras dos fusileras escogidas de la Compañía Baida cuando la vivaracha hija de la región del lago Baikal, Olga Borisovna Babaiev se salvó de la “quema” al lanzarse de cabeza a un montón de vigas más calcinadas que otra cosa mientras su compañera Marina Pavlovna caía a su lado con la frente agujereada talmente que en plena frente. Luego, mientras la doctora Ruslanovna trataba de calmarle en la enfermería el terrible ataque de nervios que padecía, balbuceaba más que gritaba sin cesar
    
    ·¡Es él! ¡Le he visto! ¡Sí, le he visto!… ¡Y he visto su horrible gorro gris de punto! ¡Lo llevaba puesto y lo he visto!
    
    Y lloraba; lloraba incesantemente la hija del lago Baikal hasta que por fin quedó dormida al amor del fuerte calmante que la capitán médico Galina Ruslanovna le administró por vía intravenosa
    
    Cuando la madrugada del cuarto día finalizaba el sargento Peter Hesslich dio por terminada su incursión regresando a la orilla del Donetz en busca de su balsa neumática y en el más absoluto silencio inició la vuelta a la orilla propia del río.
    
    Pero esa vuelta a la orilla alemana del Donetz tuvo un ...
    ... testigo desde la orilla contraria, la sargento del Ejército Rojo Stella Antonovna, que una vez más vio cómo ante sus propias narices se le volvía a escurrir el ser que ella más odiaba en este mundo.
    
    Desde por la mañana Stella había andado merodeando por casi todo el sector a la caza del intruso con el nulo resultado general, hasta que ya en la tarde la idea de que el alemán merodeador había debido regresar a su cubil en las últimas horas de la madrugada se iba asentando en todas las mentes. Como sabemos, ella en absoluto compartía esta peregrina idea; su olfato de “cazadora” de hombres se lo indicaba con toda claridad, pero al propio tiempo esa misma intuición le decía que el “Demonio del Gorro Gris” debía estar escondido y muy bien escondido a saber en dónde: Indudablemente, en un lugar que nadie nunca podrá saber por bien que se conozca el terreno propio, por lo que se dijo que mejor descansar hasta que la noche empezara a mostrar su oscuridad, hora en que el “Demonio” abandonaría su refugio para reemprender la “cacería”. Así que, efectivamente, marchó a su búnker a descansar hasta la anochecida. Cuando las sombras nocturnas se extendían por los contornos atrincherados, Stella reemprendió a su vez su “cacería”. Algo después de la medianoche se tropezó con el primer cadáver que el monstruo dejara tras de sí, atraída por el disparo que en el silencio nocturno restalló como un cañonazo. Del segundo y tercer cadáver que Hesslich dejó boca arriba ni se enteró de momento, pero sí ...
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