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Las desventuras de Elena (4)
Fecha: 07/01/2020, Categorías: Intercambios Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... verdad no lo sé todavía, pero ¿en caso de que decida llevarla a mi casa debo avisarle a Usted? -No es necesario, Julia. A partir de la autorización que acabo de darle tiene Usted el derecho a usarla donde prefiera, aunque si la saca del Club recuerde que el plazo máximo para tenerla afuera es de 48 horas. -Así será, profesor. Conozco el reglamento, quédese tranquilo. -¿Me permite una pregunta, señorita? Claro que sí, adelante. -Es usted dueña de algún ejemplar? Julia respondió contándole sobre Elena. -Qué interesante, créame que me daría gusto conocer a su hembra. -Desde ya le aseguro eso, profesor. Y si no le parece mal podría yo llamarlo en unos días para que usted y yo compartamos una cena en mi casa con la presencia de Elena. -Estaré esperando ese llamado, Julia. Que tenga buen día. Julia colgó y echándose hacia atrás en el sillón se dijo, sonriendo, que la jornada no podía haber comenzado mejor. Tenía vía libre para gozar de Agustina y ahora que el profesor había mencionado la posibilidad de hacerlo fuera del Club, concluyó que el escenario ideal sería su casa, donde pensaba tener a esa chica durante 48 horas que sin duda resultarían apasionantes. Esa tarde no tenía clase, así que aprovecharía para ir al Club a gozar de Elena y hacerle una visita a la cautivante Agustina. Wanda la recibió contándole que el profesor la había llamado. -Es lo que se estila. –le explicó. Para que yo sepa de las autorizaciones. -Entiendo. Quiero verla ...
... ahora mismo. -Adelante, querida. Ya sabés el camino. Yo estaré en mis habitaciones. -Bien. Yo tengo para rato aquí, porque después de ver a Agustina pasaré por la celda mi esclava. -Qué disfrutes, Julia. –dijo la guardiana guiñándole un ojo. –Aquí tenés las llaves de las dos celdas. Julia las tomó y se encaminó presurosa hacia el pasillo de los calabozos. Cuando entró en la celda de Agustina ésta se encontraba tendida boca abajo en el camastro. Se incorporó sobresaltada y Julia advirtió que no estaba sujeta por el collar a la pared. Se lo dijo y la esclavita le aclaró que después de los primeros días se les concedía el privilegio de dejarlas libres en la celda. -Igual es imposible que nos escapemos. –concluyó con una expresión de dolor en su muy bonito rostro. -Por supuesto que sí, queridita. –acordó Julia mientras observaba que la esclavita tenía el pelo mojado. -¿Acabás de bañarte? –preguntó sentándose en el camastro mientras Agustina permanecía de pie junto a ella, con la cabeza gacha, las piernas juntas y las manos atrás. -Nosotras no nos bañamos. Somos aseadas todos los días por la señorita Wanda con una manguera. "Claro, como se limpia a los animales", pensó Julia divertida, y Agustina agregó: -Nos bañan únicamente cuando nuestros dueños vienen a vernos. Ahí la señorita Wanda nos pone una enema, nos ducha, nos lava la cabeza, nos perfuma. -Entiendo, preciosa. ¿Y tu dueño viene seguido a verte? -Es... es terrible... -¿Qué es lo ...