De palos y astillas
Fecha: 25/01/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... minúsculos que provocaban giros de cabeza y miradas sucias en nuestros vecinos de arena, acompañado de una líbido desbocada que provocaba que se me echara encima a la menor ocasión.
Cada día follamos en la habitación del hotel. En la cama, en el suelo, sobre la mesita de la tele, en el baño, en la bañera, en el pasillo de entrada y en la terraza. Creo que no dejamos virgen ningún centímetro cuadrado de la estancia. Pero también nos enrollamos en la playa, dentro del agua, entre unas rocas, en una calle de un pequeño pueblo de pescadores del que no recuerdo el nombre, en el coche. Como fin de fiesta, me hizo una mamada espectacular en el baño de minusválidos del aeropuerto de Split, sacándosela de la boca poco antes de acabar para preguntarme, sin dejar de lamer el tronco, ¿quieres que se lo trague esta putilla? Traga putilla, traga.
No tuve un buen vuelo. Por primera vez, me asolaron los remordimientos. Después de seis días completamente aislados, habían bastado seis minutos en un baño para que sonaran todas las alarmas en mi cabeza. El traga putilla del cine no estaba dedicado a Inés. El traga putilla del baño, sí, pero al cerrar los ojos había visto otra cara, otros labios, otra mujer arrodillada en el suelo. Y aunque me había comportado, aunque no había dado pie a nada, eso me preocupaba.
Más aún cuando me desperté sobresaltado aquella misma noche notando los labios de Olga trabajándome la polla. Estaba en mi cama, en mi apartamento. Me incorporé sudado ...
... mirando hacia mi entrepierna. No había nadie, no podía haber nadie. Había sido una pesadilla, un sueño, pero lo había sentido tan real que mi pene estaba a punto de explotar. Traté de dormirme de nuevo, pero me fue imposible.
Seis horas después recogía a las dos mujeres para emprender nuestro viaje a la Costa Azul, exactamente a Cassis, al suroeste del parque nacional des Calanques, donde habíamos alquilado una casa individual a medio kilómetro de la playa. Sin estar empalmado, seguía en un estado fogoso que de no habernos acompañado la joven, hubiera desahogado con Inés en cualquier área de descanso de la autopista. Pero Olga, que se había sentado detrás de su madre, incrementaba mi incomodidad con miradas constantes cargadas de intención y supuestos descuidos. Me centré en la carretera y entablé una charla larga con Inés para distraerme, pero aún no estábamos en Perpignan cuando mi hombría asomaba traviesa.
Paramos a descansar entre Béziers y Narbonne pues marcaba la mitad del trayecto, aprovechando para tomar un refresco y pasar al baño. Estuve a punto de pajearme cuando me la saqué para mear, pero si no lo has hecho esta noche, pensé, menos lo vas a hacer ahora.
El navegador nos llevó hasta la puerta de la casa, donde nos esperaba la propietaria para darnos las llaves y cobrarnos el 50% restante del alquiler. La verdad es que el chalet estaba bien, un pelín grande para tres personas, pero estaríamos tranquilos y no oiríamos ruidos, como nos pasó en Croacia, ni ...