De palos y astillas
Fecha: 25/01/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... más como un pobre baboso, incluyendo confesiones sobre mi sexualidad con Inés que Olga utilizaba para someterme más. El sexo anal había sido el detonante, pues era lo único que yo echaba en falta en los juegos con mi novia. Meterle un dedo mientras le hacía un cunnilingus o la follaba a cuatro patas era algo que adoraba, pero había querido metérsela por el culo un par de veces y se había negado en redondo. Sobre todo después de la segunda vez que me permitió probarlo en que el dolor que sintió fue tal con un par de centímetros de penetración que la puerta se cerró definitivamente.
La hija, en cambio, me lo ofrecía falsamente sumisa. Tu perrita. Me corrí como un adolescente.
Si la semana ya había sido difícil, el día de mi partida de la isla me dejé el teléfono sin desbloquear sobre la mesa del restaurante en un momento que fui al baño y Jorge lo tomó pues me entró una llamada de Inés. Respondió él prometiendo darme el mensaje en cuanto saliera del excusado. Cuando llegué a la mesa, la expresión ladina de mi amigo me confirmó qué estaba mirando y leyendo. Se lo arranqué de una revolada, qué haces cabronazo, mientras me transmitía el mensaje de “tu perrita, que la llames cuando puedas” acompañado de un “qué cabrón, qué suerte tienes, no sólo está buenísima, encima es un zorrón de campeonato”. Afortunadamente no había tenido tiempo de leerlo todo. De haberlo hecho se hubiera dado cuenta que la conversación era con la hija.
***
El reencuentro con Inés, la última ...
... semana de agosto fue tan fogoso, cálido, intenso y hambriento como os podéis imaginar. El hambre acumulada nos llevó a mi piso las tres primeras noches, en que no dejé ni un milímetro de mujer sin explorar.
El jueves teníamos el día libre, pero ambos tuvimos trabajo. Ella jugando a padel y cenando por ahí. Yo encontrándome con un inesperado regalo de bienvenida.
Me sorprendió ver luz al fondo del pasillo, proveniente de mi habitación. Debes habértela dejado encendida esta mañana, me dije, aunque me extrañó pues la luz del verano entra potente desde bien pronto y no suelo encenderla. Dejé llaves y maletín en el comedor y hacia allí me encaminé para desnudarme y ponerme cómodo. Me desnudé, pero no me puse cómodo.
Un par de nalgas perfectas, desnudas, levemente cubiertas por una escasa falda roja de pliegues se mostraban orgullosas. El tanga, también rojo, estaba en los tobillos, tenso, cubriendo una distancia de medio metro. La cabellera rubia estaba recogida en una cola de caballo y el torso estaba cubierto por un top blanco en el que luego leería “perrita” en letras rojas.
Me detuve en el quicio de la puerta, taquicárdico, hasta que oí claramente a la cara volviéndose para mirarme pronunciando: Tu perrita está lista para ti.
Reaccioné. Reaccioné como supongo que hubieran reaccionado el 99% de los hombres. Dejé caer la americana, me desabroché la corbata, la camisa y los pantalones, aparté el tanga soltándolo de un tobillo y entré. Entré en el orificio habitual. ...