Los crímenes de Laura: Capítulo decimoctavo
Fecha: 28/02/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Silvade, Fuente: CuentoRelatos
... de ese amor puro, es que era correspondido. Ella me amaba tanto, al menos, como yo la amaba a ella. Al principio estaba tan horrorizada por la situación, por el prejuicio, por la moralidad, como lo está usted ahora. Pero pronto se dejó llevar, permitió que el amor triunfara frente a la conciencia. Es posible que si no lo hubiera hecho, tal vez, no hubiera acabado encontrando la muerte de una forma tan horrible.
»Pero también es verdad que aquel amor le proporcionaba la única felicidad a la que podía aspirar. Y yo me esmeraba en complacerla. Vuelve a tener esa expresión asqueada en el rostro, y me temo, señor Alonso, que no está en posición de actuar a la ligera. Sí, es verdad, nos acostábamos, hacíamos el amor, follábamos como conejos, si le repugna más. –Hugo apenas podía contener el desprecio que destilaban sus palabras-. Y me gustaba hacerlo, porque cuando me sentía en su interior, volvía a sonreír. Además, el ser conscientes de que estábamos engañando al tirano que nos gobernaba, nos proporcionaba un placer mayor, si eso es posible.
»Pero no era sobre eso sobre lo que le hablaba, yo le hablo de amor. Le hablo del brillo de sus ojos al verme entrar por la puerta, le hablo del beso de buenas noches antes de mandarme a acostar, le hablo de la mirada cómplice, le hablo de la felicidad. De la felicidad que podía proporcionarle en medio del infierno. Y esa felicidad era también la mía.
»Y desde que la perdí, no he podido volver a ser feliz. Carolina es buena chica, y ...
... la quiero, créame que la quiero. Pero no la amo como la amaba a ella.
»Recuerdo cómo jugueteábamos cuando Ignacio no estaba en la casa. Ella se contorneaba para mí, se movía sinuosamente, aunque siempre de la forma más inocente posible, como si no fuera intencionado, pero sabiendo que yo la miraba, y disfrutando con ello. Recuerdo los besos de madre, que ya no eran en la mejilla, si no justo en el punto en el que la comisura de los labios desaparece. Sus labios… cómo los añoro. Eran tan capaces de curar la más profunda de las heridas con suavidad, como de hacerme jadear de placer cuando estaba a su merced.
»Y su sonrisa… No puedo describirle su sonrisa. Casi no puedo ni pensar en ella sin sentir un nudo en el estómago. Cuando comenzamos a amarnos, volvió a sonreír. No sé cuánto tiempo llevaba si hacerlo. Pero sólo lo hacía cuando estábamos los dos, sólo lo hacía conmigo. Guardaba aquellas cautivadoras sonrisas única y exclusivamente para mí. Eran mi regalo, eran nuestro secreto… o por lo menos uno de ellos. La aprobación de una madre es importante para cualquiera, pero cuando esa aprobación se convierte en una sonrisa guardad, atesorada y entregada con amor y dulzura… No hay nada comparable.
»La mayoría de los hombres aman de verdad a dos mujeres durante su vida. Y una de ellas, es, indefectiblemente, su propia madre. La mayoría de ellos no son conscientes de ello, es más, a casi todos les repugna, como a usted. Pero no hay nada más natural en este mundo. Lo hacen los ...