1. Descubrí el punto A , en el culo de mi cuñada ¡Qué putaza!


    Fecha: 06/03/2020, Categorías: Incesto Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos

    ... por sus fueros. Galopando encima de su cuerpo y desde ahí me dejo caer sobre el choto, haciendo de pivote sobre el que descargo toda mi humanidad calenturienta. Solo cuenta enterrarme cuanto pueda, moverme “agarrado” a ella para terminar el polvo con un gemido venido del más allá, desde el fondo del pecho me sale como un estertor de muerte.
    
    El bramido salvaje acompañó el movimiento del pene cuando me vine dentro de su culo, sentía latir la poronga en cada expulsión de leche, alivio y muerte, pasión e infierno. Del cielo al infierno, todo y sin escalas. Quedé tendido, asido a sus cabellos, enroscado en su delirio, habíamos encontrado el “tal para cual” el ying y el yang en este polvazo irracional y loco.
    
    Mientras disfruto el después, Eunice, transfigurada pero feliz de haber llegado a ese orgasmo tan temido, esos que cuando se dieron la dejaron del otro lado de la vida, como ahora.
    
    —Ay Luis, me has hecho la mujer feliz, no sabes cuánto había deseado un polvazo como el que nos dimos. “No sé si
    
    seré anormal, pero… cuando todas las mujeres están buscando ese punto G, yo creo haber encontrado mi punto A, mi punto anal. Antes de Carlos cuando bien pendeja descubrí esa cualidad, el abuelo de una compañera del secundario, que la tenía grande también, me estrenó en el sexo y me enseñó a disfrutar de este culo que ya hacía suspirar a los papis de mis amigas.
    
    El “abuelito”, tenía una poronga cabezona como la gran puta, y sabía coger y manejarla como un experto; me ...
    ... calentó, pero a la -hora de meter manos a la masa- casi recula se asustó por las consecuencias pero yo estaba caliente como una caldera, no podía más de calentura y se lo impedí. Lo metí en su cuarto, cerré la puerta y me subí la falda, corrí la bombachita, puse la “chocha” en cara, sabía que con mi aroma de hembra caliente forzaba a hacerme el amor.
    
    Me comenzó a meter los dedos, a chuparme la conchita, haciéndome gemir como loca, era mi primer acto de sexo formal, los toqueteos y manoseos con los amigos no eran nada comparado con eso. Ahora es “de veras” un hombre me tiene derritiendo en su boca, los estertores y vibraciones, el hormigueo y esa sensación de no saber qué me estaba pasando, era el orgasmo que como no tenía referencias, inédita y maravillosa sensación que me estaba sucediendo.
    
    Deliciosa sensación que me dejó temblando, pero mi cuerpo no había sido saciado, necesitaba algo más pero no sabía qué, buscaba a tientas algo que calmara mis calores internos, mi hormigueo interior, esas ganas de algo que no podía decodificar. No sé bien qué, pero necesito algo más, le rogaba al señor. – Haz algo, me quemo por dentro, siento como hormiguitas que me caminan, porfa abu necesito que me hagas algo, ¡Porfa!
    
    El viejo estaba obligado a hacer algo, tenía la espada de Damocles encima, sacarme la calentura o el riesgo de que armara un griterío y todo terminara en escándalo. Quemó las naves y echó mano a la sabiduría por viejo. Volvió a lamerme la concha y pronto consiguió ...
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