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Noche de pasión en Lisboa (III): Sacando de apuros a Amália
Fecha: 07/03/2020, Categorías: Gays Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... sorteo. Esta confrontación no solo no puedo dejarla pasar, si no que he de ir directamente en su busca. Así que empujando el portón, hago un ademán de invitación a pasar al sinvergüenza, a lo que él con una sonrisa artera accede y penetra en el edificio seguido a continuación de mí. Amália queda esperando, mirando hacia la puerta. Busca en su cartera la pitillera y saca un cigarrillo para tratar de calmar su ansiedad. Lo enciende y cuando le ha dado un par de caladas se sorprende viéndome salir del edificio, tan inmaculado como había entrado. —¿Qué ha ocurrido ahí adentro? —Nada. Hemos tenido un cambio de impresiones y se ha dado cuenta de que no está en condiciones, por lo que ha dicho que se va a echar una cabezada en un lugar tranquilo para despejarse y que luego se marchará discretamente. Mi compañera acepta un poco extrañada mi explicación y nos dirigimos hacia la pista de baile, ya que la orquesta ha empezado a tocar una selección de boleros y queremos olvidarnos del incidente. Lo que Amália no ha visto lo describo a continuación. Nada más entrar, me doy cuenta de que el tipo está mucho menos borracho de lo que aparenta, su andar, de repente, se vuelve seguro, al tiempo que se va quitando la chaqueta y remangando la camisa. Es un cabrón peligroso… y ventajista. Tiene unos diez años menos que yo, me gana en altura por unos quince centímetros y pesa como diez kilos más. En una pelea legal, con árbitro, no nos dejarían pelear por estar en diferentes ...
... categorías, y en una pelea normal, pero atendiendo a unas normas éticas yo soy carne de cañón en sus manos, puede reventarme la cara sin que yo pueda tocarle a él, y ambos lo sabemos. Lo que él no sabe es que nunca he perdido una pelea, ya que todo lo que tengo de educado y caballero en mi trato cotidiano, lo tengo de marrullero inmisericorde si tengo que hacer uso de los puños. Cuando cruzamos el portalón observo que estamos en una especie de túnel al final del cual hay un patio cerrado y hacia allí nos dirigimos. Veo que los edificios están construidos formando un cuadrado cerrado formando una plaza interior, posiblemente para las funciones agrícolas de la hacienda. Es un patio empedrado en el que, en una esquina cerca de la entrada, existe un brocal de pozo de agua con un arco metálico y una polea. Él con una sonrisa lobuna, dejando la chaqueta en el suelo, al tiempo que compone la guardia de boxeo, me dice: —Vamos a terminar esto por la vía rápida, que Amália está muy sola. —Me parece bien, no es correcto hacer esperar a una señora. Mientras digo esto, saco la mano derecha del bolsillo del pantalón, escondiendo dentro del puño mi encendedor de plata, y compongo a mi vez la guardia, observando que ambos somos diestros, así que tenemos el pie izquierdo adelantado, cargando el peso en él. No pierdo de vista sus ojos ya que es ahí donde se ve el peligro y no en los puños. Cuando veo que va a atacar sé que su movimiento va a ser un directo de izquierda, ante lo que ...