1. El calvario de Luciana (9)


    Fecha: 26/09/2017, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    Pero Elba le había dado una orden y era conveniente no desobedecerla. Sin embargo, llegó un momento en que no pudo más y entonces apoyó sus nalgas en los talones. De pronto, en medio del silencio espeso, sobrecogedor, experimentó en la mejilla izquierda ese impacto que conocía muy bien: el impacto de una bofetada. El golpe la hizo tambalear. Sintió que la tomaban del pelo y escuchó la voz de Emilia:
    
    -Sacale la venda.
    
    Cuando Elba lo hizo la esclava vio a Emilia frente a ella, imponente en su estatura, con las piernas separadas y los brazos cruzados sobre el pecho, escrutándola con mirada severa.
    
    -¿Qué orden se te había dado, perra desobediente?
    
    -Que… que esperara de rodillas y con… con las manos en la cabeza…
    
    -¿Arrodillada de qué forma? –insistió Emilia.
    
    Graciela tragó saliva y contestó:
    
    -Sin apoyar las nalgas en los talones.
    
    -Ah, muy bien. ¿Y cómo estabas cuando llegamos, grandísima indisciplinada?
    
    El tono de Emilia hizo que se estremeciera mientras Elba la mantenía firmemente sujeta del pelo, arrodillada como ambas mujeres pretendían, sin apoyar el culo en los talones. Sentía miedo, dolor en las rodillas y excitación.
    
    -¡Conteste! -la apremió el ama de llaves tirando de su cabellera.
    
    -Estaba con las nalgas apoyadas en mis talones. –admitió Graciela en un susurro mientras luchaba por mantener su mirada en el piso cuando en realidad deseaba mirar a Emilia, a esa mujer extraordinaria que la tenía seducida por completo, que se había apoderado ...
    ... totalmente de ella, de su voluntad, de todo su ser.
    
    -Soltala, Elba. Parate, puta. –Ordenó la proxeneta.
    
    Y cuando Graciela estuvo de pie volvió a cruzarle el rostro de una cachetada y enseguida fueron dos más.
    
    -Las manos en la nuca. –le ordenó.
    
    -Cabeza gacha. –y Graciela obedeció inmediatamente.
    
    -Las piernas juntas. –y la esclava juntó sus piernas, que temblaban como todo su cuerpo.
    
    A sus espaldas, Elba luchaba contra la tentación de sobar ese hermoso culo redondo, blanco y tan firme todavía.
    
    -Así vas a estar siempre en mi presencia y ante Elba cuando te tengamos de pie, ¿entendido, puta?
    
    -Sí, Ama.
    
    -Y cuando estés sentada prohibido cruzar las piernas, las rodillas un poco separadas, las palmas de las manos en los muslos y la cabeza gacha. ¿Está claro?
    
    -Sí, Ama.
    
    -Cuando camines, vas a hacerlo lentamente, con la cabeza gacha y las manos en la nuca.
    
    -Sí, Ama.
    
    Entonces Emilia le enderezó la cabeza y le pegó una bofetada.
    
    -Hablaste sin permiso, perra estúpida.
    
    Graciela sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas por la violencia del golpe y estuvo a punto de pedir perdón, pero se contuvo al comprender que eso hubiera significado hablar nuevamente sin autorización.
    
    -Cuando se te ordene que te arrodilles nunca apoyes el culo en los talones y siempre las manos en la nuca. ¿Entendido, esclava?
    
    -Sí… sí, Ama… -contestó Graciela con voz apenas audible y sintiendo que su excitación aumentaba.
    
    -A ver que tan claro está, perra. Elba, ...
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