El calvario de Luciana (9)
Fecha: 26/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... encerrada en esa celda, que era como una metáfora de su encierro mental en manos de Emilia. Tuvo miedo de que no la dejaran salir de esa celda y tuviera que pasar allí la noche sin que su familia supiera de ella, pero se tranquilizó al recordar que Emilia le había dicho que no pensaba interferir en su vida familiar ni en su trabajo. Fue en ese preciso momento que sintió el primer varillazo. Gritó de dolor y siguió gritando, porque Elba le daba sin pausas, a veces haciendo restallar la vara en ambas nalgas, otras veces eligiendo una de las redondeces como objetivo. El ama de llaves seguía pegándole, implacable, y en medio de su suplicio Graciela podía percibir que su torturadora respiraba muy fuerte. Sus nalgas quemaban y el dolor de cada varillazo era insoportable mientras sus gritos se habían convertido en aullidos.
Elba jadeaba de calentura disfrutando sádicamente de castigar ese culo de cuya blancura natural no quedaba nada y en cambio se veía rojísimo en toda su superficie. Por fin, cuando Graciela corcoveaba llorosa y suplicante, decidió dar por terminada la paliza y dijo:
-Espero que haya aprendido la lección y no vuelva a atreverse a querer algo ni a no querer algo. Usted no tiene voluntad propia, arquitecta. Usted es solamente una miserable esclava.
Graciela se estremeció cuando se oyó llamar “arquitecta” y enseguida ser descripta como “una miserable esclava”. El choque de esas dos realidades la conmovió en lo más profundo de su ser. Y volvió a sentir el ...
... miedo de que la retuvieran en esa celda y no pudiera volver a su casa esa noche. Elba le echó una última y codiciosa mirada, recogió su ropa, que había dejado en el camastro y abandonó la celda cerrando la puerta con llave.
…………..
Mientras tanto, Luisa esperaba impaciente que Emilia despertara. Se había impuesto hablarle de Luciana y la ansiedad la consumía. Por fin, cuando eran las cinco de la tarde escuchó el timbre de llamada de la patrona, y acudió presurosa al saloncito.
-Traeme un café cortado con dos medialunas, Luisa.
-Enseguida, señora. –dijo y poco después regresaba con lo pedido.
Depositó la bandeja en la mesa ratona y después de vencer algún recelo dijo luego de tragar saliva:
-Señora, quiero hablarle de algo… de… de Luciana…
Emilia, que había tomado el pocillo y estaba por beber el primer sorbo, detuvo el gesto y miró a la mucama:
-¿De Luciana? ¿y qué querés decirme sobre ella?
Luisa respiró hondo:
-No la venda, señora… No la venda, por favor.
Emilia frunció el ceño, depositó sobre la bandeja el pocillo y miró fijamente a la mucama:
-¿Qué no la venda? ¿y por qué, Luisa? ¿Te enamoraste de la pajarita? ¿te calienta? ¿es algo de eso? Sabés que si le tenés ganas, yo…
-No, señora, no es eso. No soy lesbiana, es que…
-Vamos, Luisa, hablá…
-Es que siento algo muy especial por ella, señora… algo que no me había pasado con ninguna de las anteriores…
¿Y qué sentís?
Luisa bajó la cabeza y dijo luego de una pausa:
-La siento ...