1. La psicóloga (2-2)


    Fecha: 25/05/2020, Categorías: Incesto Autor: Erothic, Fuente: CuentoRelatos

    ... simplemente era intolerable, para amabas. Su relato nos tenía sudando, jadeando y temblando. Aquella chica estaba de ensueño, perdida en sus propias palabras, dejándose llevar por el momento, por el lugar y principalmente por la compañía. Y es que en la última etapa de su relato no me quitaba la vista de mi entrepierna que ahora tenía abierta a la vista desde el ángulo en el que me había sentado con todo atrevimiento de separar mis piernas.
    
    Con tal vista, y toda la atmosfera del momento aquella chica ya no podía contenerse; temblaba cual cachorro en la intemperie y con la misma ternura. Mientras sus manos recorrían minuciosamente su cuerpo, llegando cada vez más profundo bajo su corta falda.
    
    Al final del relato sus manos que en un principio se limitaban a tocar sus piernas, ahora con todo descaro sobaban su entrepierna por encima de su falda que con tanto movimiento ya vestía de cinturón.
    
    Le miraba atentamente, sin perderme detalle de su actitud, su nerviosismo, de su ansiedad, y si, de su excitación. Sabía que ya no era la misma chica que había llegado, ya no era la misma niña ingenua que había vivido lo que relataba. Ahora era toda una mujer experimentando sus fantasías, sus deseos, sus recuerdos y su sexualidad. Ya no era consciente de sí, no tenía miedo, fortalecida por la confianza de nuestro vínculo que iba más allá de lo profesional, ahora se tocaba sin tapujos frente a mí.
    
    Toda esa experiencia me había contagiado de su libertad, de su derecho ...
    ... auto-proclamado de reclamar su propio cuerpo en el lugar y la compañía con la que se sintiera en confianza para hacerlo, para hacérselo a sí misma. Y es que sin saberlo yo misma experimentaba ese efecto espejo, cuando al ver a esa chica tocarse, mis manos llenas de envida, remedaban sus movimientos para tocar de la misma manera mi cuerpo.
    
    Y así, sin planearlo, estábamos una frente a otra tocándonos, disfrutando y complaciendo lo que nuestros respectivos cuerpos necesitaban. No sé cómo llegamos a ese nivel de confianza, pero ambas nos sentíamos con la suficiente seguridad pasa hacerlo.
    
    En un momento no me importaba lo qué estaba pasando, no le tomaba la seriedad necesaria a lo que estábamos haciendo, ambas éramos ya suficientemente maduras para saber lo que sucedía en ese lugar y lo suficientemente capaces de hacernos responsables de nuestros actos.
    
    Pero en ese momento no parecía así, especialmente yo, nunca había actuado así. Siempre había sido una persona seria y recatada. Quizá por eso es que me era tan difícil salir de ese trance, me había dejado llevar por el momento y daba rienda suelta a mis instintos más escondidos y profundos.
    
    Aun así, logré regresar a mi cordura, y detuve aquella situación completamente descarrilada. Me acomodé la falda, me puse de pie y sin perder la prisa, comencé a despedirla poniendo de excusa la hora que era.
    
    Muy diferente la reacción de mi paciente. La pobre chica no quería desprenderse del momento que tan duramente había forjado, cual tan ...
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