Noruega y mi familia tienen su encanto...
Fecha: 17/07/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... poseído, intentando no correrme cuando llegaron mis tíos. Sonrieron al ver a Roja sodomizada, las tetas moviéndose en un fuerte vaivén. Y sucedió.
Tras ordenar la compra, tío Sigurd volvió de la habitación con una erección monstruosa. El bote de lubricante que siempre estaba en el salón hizo ruido al servir dos raciones y, sin dejar de follar el culo de Roja, sentí cómo lo aplicaba en mi culo. Y lo hizo. Muy poco a poco, pero lo hizo: me penetró. Me folló el culo. Me tiró del pelo y me dijo que no me corriera hasta que él lo hiciera, hasta que me llenara de semen, de su semen. Dios el culo apretado de Roja me estaba torturando y no pude evitarlo. Ella tuvo otro orgasmo anal y cuando se corrió, mi polla explotó. Me dolía el glande de la congestión, y mi polla empezó a arrojar chorros de semen como nunca en mi vida. Al hacerlo mi culo también se comprimió y escuché a tío Sigurd gemir y clavármela tan profundamente que me hizo gritar. Sentí los chorros de su semen llenar mi culo mientras yo llenaba el de su hija. No tengo reparos en decirlo: fue tan intenso que me desmayé.
RECUERDO
Recuerdo que me desperté en mi habitación. Olía a ungüento, me dolía el culo, que estaba muy irritado (nunca lo habían usado así y yo solo había usado un dedo cuando jugueteaba en la ducha) y me encontraba exhausto. Me habían quitado el collar, y justo a mi lado, sentada en la cama, vi que estaba sentada Lania. En ese momento ni ella ni yo llevábamos puestos los collares. Su rostro mostraba ...
... preocupación. Estaba desnuda, y deliciosa. Olía a mañana fresca y a limpio. Se había duchado.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Sí… yo… ¡au!... joder, vaya pollón se gasta el tío Sigurd… me duele todo el culo hasta la espalda.
—Creo que se entusiasmó —opinó con un dedo en los labios—. Subirá en un rato. Por supuesto, si no quieres volverte a poner el collar, jugar con nosotros…
—No, no, no, calla, calla. Si me está encantando. Pero no sé por qué de pronto todo se puso en negro y…
—Te desmayaste. A veces pasa. Además no pareces estás acostumbrado a… todos estos juegos.
Hubo un momento de silencio. Me senté en la cama despacio, sintiendo el frescor del ungüento que me habían puesto en el ano. Se me pusieron duros los pezones de golpe. Tomé un poco del zumo de arándanos que me habían dejado en la mesilla. Sabía a las mil maravillas, tenía la garganta seca, y la fructosa de la fruta me sentó muy bien.
—Lania, prima, ¿puedo preguntarte algo?
Ella me miró. Su cara pecosa sonrió y sus ojos azules me sonrieron. Se volvió y sentó delante de mí, con las piernas cruzadas.
—Sí, claro.
—¿Cuánto llevas con estos… juegos? Es decir, no son normales en las familias. Ya sabes a qué me refiero…
Era una pregunta delicada, desde luego, pero mi prima se limitó a sonreír.
—Desde que soy mayor de edad. Desde los 18. Veía a mis padres, que nunca me ocultaron sus prácticas. No eran explícitos, desde luego, y las partes más duras se las guardaban, pero cuando me contaron ...